Diego Martínez
DIEGO
MARTÍNEZ: LUGARTENIENTE DE LUJO.
El día que Entre Copas ganó su cuarto Gladiateur,
Diego Martínez era seguramente el
tipo más feliz del hipódromo, una alegría que apenas disimulaba: “Le vi debutar… le vi ganar por primera vez…”
-recordaba, consciente de todos los años que habían pasado desde entonces-. Joannes Osorio, su jefe, no estaba ese
día en las carreras y a él le había correspondido oficiar de preparador in situ. Por algo es, desde hace más de
veinte años, el lugarteniente de lujo de uno de los preparadores más relevantes
del turf español.
UN BAR DE
SEVILLA
Con 16 años, Diego Martínez era un joven camarero que aprendía el oficio en un
bar de Sevilla. Un bar como los demás, pero con algo especial: era el más
cercano al hipódromo de Pineda y durante la temporada invernal de carreras lo
frecuentaban aficionados, jinetes y preparadores. Un día, Ceferino Carrasco, andaluz como él, se fijó en el chaval espabilado
y bajito de la barra. A Diego le
cambió la vida: “Yo pesaba solo 40 kilos. Fue él quien me propuso ir a Madrid para convertirme en jockey”.
Con Luis Maroto, en una imagen de los 70. Foto: Amigos del Moyate. |
En 1969 hizo las maletas y se presentó en el
hipódromo de la Zarzuela. Aprendió tan rápido que, solo un año después,
llegaron las primeras victorias y, gracias a su físico liviano, se convirtió en
un notable aprendiz: “Fue una época muy
divertida. Había días que montaba en las seis carreras. Tuve contrato con cuadras
importantes: Mendoza, la Yeguada Cataluña, la familia Agulló, Odisea…”. El
aprecio que aún le guarda Jesús Fernández
Mur, propietario de Odisea, le
ha llevado a bautizar a uno de sus potros con el nombre de Diego Valor, un atributo nada casual.
OUTSIDER EN
LOS GRANDES PREMIOS
Sus victorias en grandes premios no fueron
muchas, pero sí inolvidables. El 30 de mayo de 1977 muy pocos confiaban en el
triunfo de Feliscoa en el Oaks. La
yegua de la Mendoza portaba la banda roja de la cuadra en una carrera cuyas
favoritas eran Rather y Chiara. Feliscoa dio la campanada: “Es
mi mejor recuerdo como jockey. Fue espectacular. La llevaba muy atrás y fue
increíble cómo remató. Román Martín
era el primer jockey de la cuadra y había elegido montar a otra yegua. Me hizo
mucha ilusión ganar”. En 1981 repitió victoria en el Oaks, sorprendiendo de
nuevo a las favoritas. Venció con Valinska,
una ex de Rosales a la que ya había conducido a la victoria en su única salida
hasta entonces, el Vizcondesa de Irueste.
El jinete sevillano fue también profeta en su
tierra al ganar en dos ocasiones el Gran Premio de Andalucía: la primera, en 1978,
sobre Le Pont D’Adsson; y la
segunda, en 1983, sobre Real Decreto,
éxitos que el público andaluz siempre celebró –apuestas al margen- ovacionando a
su paisano. Sin embargo, su carrera como jockey terminó
antes de lo que él hubiera querido. Después de dos décadas montando casi cada
domingo, tuvo que colgar la fusta: “Dejé
de montar en 1990. Me habían operado de la columna y tenía una lesión de
muñeca. Tuve que retirarme. Me tocó una época difícil. La talla de los jockeys
que había era impresionante. Para mí el mejor de todos fue Román Martín. Me daba muchos consejos y siempre me apoyaba. Fue un
gran compañero”.
DE LA
ZARZUELA AL SOTO DE MOZANAQUE
No tardó en obtener la licencia de preparador
y empezó a entrenar en el hipódromo de La Zarzuela. Poco después el Duque de Alburquerque le ofreció hacerse
cargo de sus caballos en el Soto de Mozanaque, la finca que los Osorio poseen
en Algete. “Durante dos o tres años
estuve trabajando para el Duque como preparador. Luego él decidió sacarse la
licencia y me preguntó si prefería volver a Madrid para seguir con mi carrera.
Le dije que naranjas de la China, que quería quedarme con él aunque fuese de
mozo, y es lo mejor que pude hacer”.
Como titular de la preparación tuvo tiempo de
ganar el Gran Premio de Madrid de 1993 y la Copa de Oro de 1994, ambos con un
caballo de la cuadra Dos Hermanas llamado King
Cobra: “Era muy bruto, pero yo le
tenía un cariño enorme. Era muy especial”. En la carrera donostiarra hizo
gemela al ensillar también al segundo clasificado, Giliberto.
Los caballos del Duque, ya con el propio Osorio al frente de la preparación, han
sido portadores de un genuino sello de calidad durante las dos últimas décadas:
El Trastamara, El Hechizado, El Ceremonioso,
Castalia o Dirce responden además a un perfil de purasangre muy definido: poco
o nada precoces, su vida de carreras se extiende más allá de lo razonable. Para
Diego Martínez no existe ningún
secreto: “Sabemos esperar con los
caballos. Si son atrasados, no nos precipitamos. Y allí, además, se trabaja de
otra manera. Todo es más cómodo y tranquilo. No hay prisas. El Duque lo está
haciendo de cine. Somos un equipo de diez personas trabajando a diario para un
total de treinta caballos”.
LA GRAN
FAMILIA.
Entre Copas es el ejemplo extremo de esa escuela de la paciencia, su obra
maestra. En un libro maravilloso, El
juego de los caballos (ed. Siruela, 1995), Fernando Savater escribió que “todo
en los caballos es misterioso, su cólera y su paz, su coraje y su desánimo. El
secreto de su encanto es que no son máquinas”. El viejo alazán de la cuadra
África es, probablemente, la excepción que confirma la regla: el caballo inmutable
que conoce su oficio y persevera. Más allá de sus preferencias por ciertos
hipódromos, distancias y terrenos, garantiza desde hace más de un lustro un
valor constante, y eso le ha convertido en uno de los caballos favoritos de los
aficionados y, por supuesto, de su cuidador: “Entre Copas tiene un mérito
impresionante. Es muy cariñoso y fácil de manejar. En casa es igual que en el
hipódromo. Se adapta a todo. Abdel,
en cambio, es muy bruto, aunque también es más alegre”.
Diego Martínez acompaña a Neso, un 4 años de la familia con mucho futuro. |
Es normal que alguien que lleva más de 40
años trabajando a diario con los caballos les atribuya rasgos propios de seres humanos
-alegre, bruto, arisco, simpático-,
pero el hecho de llevar dos décadas en El Soto ha estimulado en él una especie
de conciencia familiar del turf: “Friné me recuerda a su madre, Castalia. Siempre te llevas una gran
alegría cuando sale una hija tan buena como la madre”. Pero es que, Abdel, por ejemplo, es hijo de Leonor de Guzmán y nieto de Krone; Neso es hijo de Menta y
nieto, por tanto, de Finissimo y Delimara… Tal vez por eso, a Diego Martínez le resulta tan sencillo
trabajar con ellos.
Carlos Guiñales
Diciembre de 2013 (publicado en A Galopar)
Carlos Guiñales
Con tanto enfrentamiento, cada vez son menos las cosas que me ayudan a mantener viva la afición a las carreras en España. Una de ellas es este blog.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos, y un abrazo
Muchas gracias, Feroc. Un abrazo.
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