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Mostrando entradas de julio, 2014

Diego Martínez

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DIEGO MARTÍNEZ: LUGARTENIENTE DE LUJO. El día que Entre Copas ganó su cuarto Gladiateur , Diego Martínez era seguramente el tipo más feliz del hipódromo, una alegría que apenas disimulaba: “ Le vi debutar… le vi ganar por primera vez… ” -recordaba, consciente de todos los años que habían pasado desde entonces-. Joannes Osorio , su jefe, no estaba ese día en las carreras y a él le había correspondido oficiar de preparador in situ . Por algo es, desde hace más de veinte años, el lugarteniente de lujo de uno de los preparadores más relevantes del turf español. UN BAR DE SEVILLA Con 16 años, Diego Martínez era un joven camarero que aprendía el oficio en un bar de Sevilla. Un bar como los demás, pero con algo especial: era el más cercano al hipódromo de Pineda y durante la temporada invernal de carreras lo frecuentaban aficionados, jinetes y preparadores. Un día, Ceferino Carrasco , andaluz como él, se fijó en el chaval espabilado y bajito de la barra. A Diego le cambió la

Cristóbal Medina

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CRISTÓBAL MEDINA: EL JINETE ERRANTE El primer mozo de la cuadra de Alberto Carrasco se levanta temprano, calza sus botas de montar y hace la ronda matutina: comprueba que los caballos han comido bien, que ninguno tiene fiebre y, uno por uno, los saca de su box para comenzar la verdadera tarea: pasear, trotar, galopar y volver a pasear. Así durante cinco horas seguidas en las que será feliz. Tiene 60 años y se llama Cristóbal Medina : “Hago lo que me gusta. Llevo tres años con Alberto . Ahora solo tenemos doce caballos porque con la crisis algunos propietarios se han ido. Nos han dejado en cuadro, pero ahí seguimos. Los caballos son mi vida.” GENIO Y FIGURA Cristóbal Medina aprendió a montar a los 12 años. Su padre era mozo de cuadra y eso le facilitó las cosas. Con 14 años ya estaba participando en carreras. No ganó la primera, con Cascadour , pero sí la segunda: “Como aprendiz era de los más espabilados. Me fijaba mucho en Mauricio Delcher , que era el jockey de la cu

Leyla Ennouni

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LEYLA ENNOUNI: SUSURRANDO A LOS CABALLOS. En invierno la preparación de Guillermo Arizkorreta trabaja a medio gas. 2013 fue un año duro para todos. Sus caballos ganaron 552.380 euros en premios y ahora muchos de ellos descansan, pero Leyla Ennouni sigue acudiendo cada mañana a la cuadra para comprobar que todo está en orden. Es la persona de máxima confianza de Guillermo desde que, hace ahora siete años, ambos hicieron el viaje desde Newmarket a Madrid. Leyla Ennouni, en pleno entranamiento. TROTAMUNDOS DEL TURF Leyla nació en Bélgica -un país donde, como sucede en España, el turf carece de pedigrí, a pesar de que allí nació también el gran Christophe Soumillon -. De niña ya montaba a caballo y, cuando decidió dejar los estudios, trató de hacerse jocketta en Bruselas: “Era aprendiz en una cuadra y llegué a montar en once carreras. Una vez estuve a punto de ganar, pero me faltaban cualidades y la dieta era un problema” . Lejos de desanimarse, Leyla comenzó a tr

Florentino González

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FLORENTINO GONZÁLEZ: CUATRO DÉCADAS EN LA POMADA. (Foto: jockeysroom.com) En el verano de 1996, cuando parecía cerca de la retirada,  Florentino González sufrió una brutal y gravísima caída en el hipódromo de Lasarte. Se fracturó varias costillas. Pensó que nunca más volvería a subirse a un caballo:  “Estando en la UCI, me vi en el otro barrio” , recuerda hoy. Pero logró recuperarse y siguió montando en carreras durante diez años más. En la actualidad, Floro –como muchos todavía le llaman- es el hombre que vela por la seguridad de los jockeys en el hipódromo de la Zarzuela, permitiendo que el dispositivo de emergencia se active de forma inmediata en el caso de que se produzca una caída.  UN CHAVAL DE EL VELLÓN. Florentino González vivía en El Vellón, un pueblo del norte de la Comunidad de Madrid. Era 1966. “Un día, siendo un chaval, me encontré con un cazador. Como iba montado a caballo y al ver que pesaba poco, se fijó en mí y me propuso ir al hipódromo. Al princip

CARLOS MIGUEL

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LA VOZ DEL TURF, A CABALLO. Minutos antes del comienzo de la cuarta carrera, Carlos Miguel se sitúa en la cabina de comentarista, toma los prismáticos con una mano y el programa de carreras con la otra; repasa por última vez la lista de participantes. Lo ha memorizado todo desde hace días: caballos, números, jinetes, historiales y, sobre todo, colores... Todo empezó con  los colores. Gran Premio de Madrid de 1969. “A 200 metros de la recta final. Maspalomas continúa al mando…  ¡Pero, atención, que Aray ataca por el exterior! Se va a por Maspalomas . Aray se va a ganar con facilidad. Remata Arandora Star , que va ser segunda. Hoquis, de la Yeguada Militar, es tercera…” Si Carlos Miguel hubiese narrado aquel Gran Premio, el resultado habría sido parecido a éste, pero entonces solo tenía ocho años. Sin embargo, estaba allí, animando sin parar: “Es la primera carrera que recuerdo. Mi padre me llevaba al hipódromo desde muy pequeño, pero al principio solo jugaba en los