Cristóbal Medina
CRISTÓBAL MEDINA: EL JINETE ERRANTE
El primer mozo de la cuadra de Alberto Carrasco se levanta temprano,
calza sus botas de montar y hace la ronda matutina: comprueba que los caballos
han comido bien, que ninguno tiene fiebre y, uno por uno, los saca de su box
para comenzar la verdadera tarea: pasear, trotar, galopar y volver a pasear. Así
durante cinco horas seguidas en las que será feliz. Tiene 60 años y se llama Cristóbal Medina: “Hago lo que me gusta. Llevo tres años con Alberto. Ahora solo tenemos doce caballos porque con la crisis algunos
propietarios se han ido. Nos han dejado en cuadro, pero ahí seguimos. Los
caballos son mi vida.”
GENIO Y FIGURA
Cristóbal Medina aprendió a montar a los 12
años. Su padre era mozo de cuadra y eso le facilitó las cosas. Con 14 años ya estaba
participando en carreras. No ganó la primera, con Cascadour, pero sí la segunda: “Como
aprendiz era de los más espabilados. Me fijaba mucho en Mauricio Delcher, que era el jockey de la cuadra, pero también en Carudel y en Fichet, un francés muy bueno que montaba en España. Siempre he
tenido un sexto sentido para conocer rápido al caballo que iba a montar.
Necesitaba muy poco para entenderme con él. Un jockey tiene que dominar la
situación. Eso es lo que me diferenciaba, porque facultades teníamos todos las
mismas”.
Ganando con Rodiles el Blasco en 1984,
en una de sus medidas montas.
Su palmarés es brillante: primero en la estadística de jockeys de 1991, segundo en 1987, triple ganador del Gran Premio de Madrid y del Derby. Su nombre está inscrito en el historial de las principales carreras de nuestro calendario. Tal vez por eso siempre le ha perseguido cierta fama de jockey de las grandes ocasiones, de artista cuyo genio solo aparecía en los grandes premios. Y es curioso, porque Medina se refiere con más cariño a determinados caballos de hándicap, olvidados por la mayoría, que a los campeones de las tardes gloriosas: “Recuerdo, sobre todo, a Mozambique. Han pasado casi 40 años y el otro día todavía hablábamos de él. Era de primera parte de hándicap, pero era un caballo que te daba todo lo que tenía. Era muy noble”.
En cambio, cuando cita a ejemplares como El Señor o El País, con los que ganó el Gran Premio de Madrid, lo hace con
cierta sorna, como si él no hubiese tenido nada que ver con aquellas victorias: “Un día me llamó Ángel Penna,
el preparador de Mendoza. Quería que
montase a El Señor en el Gran Premio
porque Román Martín había elegido a Favallu. No le conocía, pero le había
visto correr. Se lo dije a Luis Maroto,
con el que tenía contrato, me dejó libre y acepté. El viernes antes de la
carrera volvió a llamarme Ángel.
Quería darme las órdenes. ¿Órdenes?, le dije. ¿Qué órdenes? Con ése no hay
órdenes que valgan. Vamos a sacarles media hora.” El Señor, en efecto, ganó de lejos aquel Gran Premio de Madrid, por
delante de Favallu. Cristóbal remata así su crónica de la
carrera: “A mitad de la recta me dieron
ganas de darme la vuelta y aplaudir al segundo”. Genio y figura, como
siempre.
Con Villa d'Este, ganador del Gran Premio de Madrid de 1989 Foto: Amigos del Moyate. |
RUMBO AL SUR
A mediados de los años noventa, cuando
nubarrones cada vez más negros se cernían sobre el hipódromo de la Zarzuela, Medina –ya con licencia de entrenador- puso
rumbo a las Islas Canarias: “Con Sarasola al principio me llevaba bien.
Después no. Se rodeó de gente equivocada. Le dije que si quitaba los hándicaps
de tres años los propietarios se irían del hipódromo. Y es lo que pasó. Félix Sanz, de Madroños, habló conmigo.
José Luis de Salas, su preparador, volvía a Estados Unidos, y él se llevaba los
caballos a San Sebastián. Tenía 14 o 15 y me quería como preparador. Le dije
que no podía. Soy de Jerez y no me veía todo el año en el norte. Paco León me habló entonces maravillas
de Canarias, me dijo que iban a hacer un hipódromo nuevo. Yo nunca había estado
en Canarias y me apetecía ir. ¡Me quedé catorce años!”.
En Gran Canaria descubrió una singular
cultura del caballo. Desde siempre los isleños habían celebrado carreras en las
fiestas de sus pueblos utilizando caballos cruzados. Medina llegó a participar en carreras sobre el asfalto, pero cuando
por fin se construyó el hipódromo de Vecindario se creó una pequeña industria
alrededor de turf. A la afición autóctona se sumaban los miles de turistas que
visitaban o residían en la isla: “Cuando
llegamos nosotros, con purasangres y chaquetillas, fue la bomba. Paco Jiménez, Santi Martín, los hermanos Borrego,
Marino Moreno y otros vinieron a
montar. Había mucha afición y carreras con 16 o 17 caballos. El problema era
que no existían apuestas y eso a los ingleses no les gustaba. Se buscaban patrocinadores,
pero los premios eran pequeños. Yo estaba con la cuadra Los Toneles. A veces
viajábamos a Mijas con algún caballo y también allí ganábamos. Daba para vivir”.
LOS CABALLOS MODESTOS
De regreso a la península, Medina intentó
relanzar su carrera como preparador. Con solo cuatro caballos, todos ellos modestos,
no pudo hacer grandes milagros: “Namia ganó carreras tres seguidas en
San Sebastián. A Riviera de Sou me
la trajeron con 6 años. Era no ganadora y en un año ganó cinco veces. Luego me
dieron a Royal Chop y otra yegua,
pero eran muy malos. Tuve pocas oportunidades y lo dejé”.
Cristóbal Medina se mantiene todavía en buena forma.
Pesa 60 kilos y monta a caballo todos los días, tal vez para no perder nunca su
sexto sentido.
Diciembre de 2013 (publicado en A Galopar)
Carlos Guiñales
Me encanta! sobre todo la parte donde habla de las carreras en Gran Canaria... ojalá volviese esa época dorada!
ResponderEliminar14 años!.... es que quien conoce Canarias, aquí se queda!!! ;-)
Besos!
Cristóbal me habló con mucho cariño de los años que pasó en Gran Canaria. Espero que pronto vuelvan las carreras allí. Es casi lo único que falta para que esas islas sean perfectas!
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