La Yeguada Cortiñal.

JUAN MANUEL LORO, EL CRIADOR TENAZ.

Charlamos con Juan Manuel Loro en la cuadra de Jorge Rodríguez. Allí se encuentran estabulados los catorce caballos que la Yeguada Cortiñal tiene en entrenamiento. Al llegar, observa a cada uno de ellos en su box, pero se fija especialmente en los más jóvenes (Shiba, Oregón, Montenegro y Comanchero) y muestra un singular afecto por el viejo Rubens. A todos los ha visto salir del vientre de sus madres.

Juan Manuel Loro y Rubens, uno de sus últimos campeones



De Extremadura a Madrid.

La aventura de Cortiñal comenzó hace 28 años, casi sin querer: “Antonio Picado y yo criábamos ganado en Valencia de Alcántara, un pueblo de Extremadura. Nunca habíamos pisado un hipódromo. Un día Antonio fue a Madrid y un amigo le llevó a las carreras. Le pareció muy divertido. A los quince días compramos una yegua, Nebraska, y tuvimos la suerte de ganar. Así empezó todo”.

A Juanma Loro le parecía muy triste criar animales destinados al matadero, así que la idea de cambiar los cerdos y terneros por caballos de carreras le pareció estupenda. Compraron algunas yeguas en Deauville y comenzaron a criar purasangres con Egibi como semental. “Después llegaron Midway Dancer y Society Boy. Criábamos en una dehesa preciosa, con un microclima ideal y buenos pastos. Empezamos a traer caballos al hipódromo para venderlos, hasta que un mosquito nos cambió la vida”.  Ocurrió en 1987. Un mosquito, en efecto, introdujo la peste equina en España, las fronteras se cerraron y los caballos estabulados en la mitad sur de la península fueron inmovilizados: “Nos quedamos atrapados, muchas yeguadas tuvieron que cerrar. Al cabo de un tiempo, cuando se levantó la prohibición, decidimos trasladarnos a Madrid. Volvimos a empezar casi desde cero.”

La Yeguada Cortiñal estableció su nuevo campo base en Villamanta, a solo 50 kilómetros del hipódromo, aunque lejos del idílico prado extremeño: “No sabíamos si iba a funcionar, pero salió bien. Descubrimos que el secreto estaba en la alimentación. En la dehesa los animales se criaban solos, pero físicamente no se desarrollaban tanto como los de Luis Álvarez Cervera o la Yeguada Rosales, que básicamente utilizaban piensos. Aprendimos a controlar mejor su alimentación”.

La sociedad volvía a funcionar. Antonio Picado, más científico, se ocupaba de la genealogía; Juanma Loro analizaba, sobre todo, el físico y el carácter de los animales para decidir qué cruces eran los más idóneos: “No todas las yeguas, por muy buenas que hayan sido, sirven para criar. Lo importante es cuidar su alimentación y evitar que sufran estrés”.

Y entonces llegó Sherman.

Sherman era el Rey, según titulaba
Recta Final en 1990.
Sherman nació en 1987. Su madre, Pomarelle, era una yegua robusta que había sido enviada a Francia para para ser cubierta por Recitation, un semental con escasas referencias. Cuando el resultado del cruce cobró forma, Loro pensó que se habían equivocado: “Era un yearling grande, tosco y destartalado, con las extremidades deformadas. Solo pensaba en comer y dormir. Era el patito feo de la cuadra. En la subasta nadie lo quiso comprar.” Sherman regresó a la dehesa extremeña con la certeza de que nunca más volvería a pisar el hipódromo, pero allí tampoco lo quiso nadie, ni siquiera como caballo de paseo. Así que decidieron darle una última oportunidad: “Se lo llevamos a Juan Jesús Ceca para que lo utilizase como sparring para los caballos de Lorenzo Sanz. Un día decidimos inscribirlo en una carrera y quedó segundo. La siguiente la ganó. Y la siguiente. Y la siguiente”. Sherman logró un total de once victorias, entre ellas la Poule, el Gobierno Vasco y el Hispanidad. Fue el mejor caballo de su generación. Algunos de su hijos -Red Bull y Don Tarik, principalmente- fueron dignos herederos, aunque “como semental no recibió las oportunidades que merecía”, lamenta todavía su criador.



El exilio forzoso.

El noviembre de 1996 el Hipódromo de la Zarzuela celebró su última carrera del siglo XX.  Numerosos propietarios, criadores y profesionales decidieron abandonar o emigrar. La Yeguada Cortiñal y Ovidio Rodríguez, su preparador entonces, eligieron continuar. Durante una década hicieron juntos la travesía del desierto: “No sabíamos hacer otra cosa. Tuvimos que irnos a Sevilla. Un día me llamaron para que me llevase los dos últimos caballos que quedaban en La Zarzuela. Ovidio y yo los metimos en el remolque y el vigilante de seguridad echó el cerrojo de la puerta del hipódromo. Fue como abandonar una casa: uno de los días más tristes que recuerdo. Pero prometimos volver”.

Sin carreras en Madrid, el turf español siguió con vida gracias a los hipódromos de Lasarte, Pineda, Mijas y Dos Hermanas, pero también al empeño de criadores y propietarios numantinos. Cortiñal redujo el número de efectivos, muchas de sus yeguas regresaron a Extremadura, pero aun así consolidó su hegemonía: “Con una media de 25 caballos no era difícil. Ganamos las dos estadísticas durante varios años. Madroños y Cielo de Madrid eran nuestros principales competidores”. Don Tarik, Red Bull, Luna Ridge y Lili D’Aubuis, entre otros muchos, hicieron posible que los años del destierro fuesen para la chaquetilla roja y gualda los años del éxito.

El regreso.

En otoño de 2005, Cortiñal saludó con entusiasmo la reapertura del Hipódromo de la Zarzuela. El futuro era prometedor: “Llegamos a tener cerca de 40 caballos en entrenamiento. Compramos ejemplares con excelentes orígenes que habían fracasado en otros países, puede que por falta de paciencia, y los recuperamos”. Dos de ellos fueron, sin duda, Trueno NegroSliploge. Ambos hicieron gemela en El Gran Premio Claudio Carudel de 2007. Aquel año y el siguiente la cuadra volvió a encaramarse a la cima de la estadística de propietarios (con 274.000 y 356.00 euros en premios, respectivamente).

Yearlings de Cortiñal pasean libres
en la finca de Villamanta
Después llegó la crisis económica, de la que el turf no ha salido indemne. Y la Yeguada Cortiñal, como había hecho en otras ocasiones, vuelve a replegarse: “Este año en Villamanta solo han nacido 11 potros y para criar nos hemos quedado con 15 yeguas. Otras 25 han vuelto a la reserva, a Extremadura, esperando que la situación mejore pronto. No queremos enviar animales al matadero. Es muy cruel lo que se está haciendo en España con los caballos. Es un holocausto, una barbaridad”.



En la última subasta de criadores la Yeguada Cortiñal solo presentó dos yearlings: “Fue algo testimonial. Como los potros no se venden, si queremos que corran se los tenemos que ceder a propietarios dispuestos a pagar su estancia en el hipódromo. Los premios son para ellos. Nosotros solo nos quedamos con el reconocimiento como criadores. Cuando dejan de correr, nos los devuelven. Es una manera de reducir costes”.

La visita –y también nuestra charla- concluye. Juan Manuel Loro se despide de su adorado Rubens y del Bolaños Camuray –otro viejo guerrero made in Villamanta-, y observa de nuevo a los potros, tratando de advertir en alguno de ellos un gesto que le recuerde a Sherman.



Nóviembre de 2013 (Publicado en A Galopar).

Carlos Guiñales.


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