Jaime Gelabert.

GELABERT: LA SAGA QUE NO CESA.

Jaime Gelabert escucha atentamente las instrucciones de su preparador antes del inicio de la tercera carrera, un tupido y bullicioso hándicap. Su padre y su hermana parecen algo más nerviosos que él. Solo tiene 17 años y está será la octava monta de su vida, pero transmite confianza al tiempo que se expresa con humildad: “Lo mejor que tengo es mi peso: 41 kilos. En todo lo demás debo mejorar”.

DE TAL PADRE…

Seguridad en sí mismo y ganas de aprender. Puede que ambas cualidades tengan relación con la genética, porque ciertas historias se repiten. Jaime Gelabert, por ejemplo, debutó el 1 de agosto con Deseado. En aquella carrera nocturna, sobre la fibra madrileña, hizo casi todo el recorrido cerca de la punta, emparejado con José Luis Martínez: “Se puso a mi lado y me ayudó. Es uno de los jockeys a los que más admiro, junto a Janacek y Soumillon. Hace ahora 34 años, otro joven aprendiz llamado Bartolomé Gelabert –su apodo, Tolo, se haría pronto popular- decidió atacar en la curva de El Pardo montando a una yegua llamada Surfer Girl; en ese momento escuchó cómo alguien, a su lado, le gritaba: “Espera, niño, que todavía queda mucho”. Era Claudio Carudel. El niño esperó y ganó la carrera.

La ascensión de Tolo Gelabert fue meteórica; con 18 años se convirtió en el jockey titular de la cuadra Mendoza, con 20 ganó la Copa de Oro de San Sebastián con La Novia, batiendo a Raiponce en una recta final que todavía recuerdan los viejos aficionados. Era el sustituto de Román –de baja por lesión-, el rival de Claudio, el elegido para convertirse en su heredero: Carudel y Román Martín eran los mejores, pero había ocho o diez jinetes de primer nivel. Sin embargo, para los jóvenes era más fácil llegar. Había carreras para aprendices y hándicaps en los que podíamos montar con 40 kilos. Existía una escuela de aprendices y los jockeys veteranos nos ayudaban.”

Existen otras diferencias entre su generación y la de sus hijos. Tolo dejó pronto los estudios para poder convertirse en jockey. Jaime compagina ambas tareas: “Voy al instituto por las mañanas y estudio por las tardes. Solo monto los sábados y alguna vez entre semana, pero me gustaría dedicarme a esto”. Lucía, su hermana, acaba de terminar la carrera de Magisterio y monta cada mañana en el hipódromo, ahora en la preparación de Guillermo Arizcorreta: “Entrenar es muy duro, sobre todo cuando hace mucho calor o mucho frío, pero cuando ves ganar a un caballo que estás montando todas las mañanas merece la pena. Quiero seguir montando como amazona. Es mi gran pasión. Pero también quiero ser maestra. Espero poder compaginar las dos cosas”.


Jaime, junto a su hermana Lucía y su padre, en el paddock de La Zarzuela (Foto: A Galopar)


UNA HISTORIA MUY ANTIGUA.

Explorar el árbol genealógico de la familia Gelabert es cómo como bucear en el pedrigrí de un potro de dos años con maneras de campeón. El abuelo de Lucía y Jaime fue Bernardo Gelabert, jinete en los años 60 y 70; pero su bisabuelo fue Máximo Beguiristáin, uno de los jockeys más populares de la posguerra. El propio Tolo ganó tres veces la estadística de jockeys en los años 80 y fue segundo en otras tres. Fue el primer jockey de Mendoza y de Rosales, las dos grandes cuadras de su tiempo. Con sus hijos, en cambio, pide paciencia. Les dice una y otra vez lo duro que es el oficio, la gran afición que se necesita para poder dedicarse a él: “Están aprendiendo y todavía les falta fuerza, pero Lucía tiene muy buenas manos, sabe llevar muy relajados a los caballos. De Jaime me ha sorprendido la tranquilidad que tiene. Se acopla muy bien en la recta, arreando y sacando el látigo al mismo tiempo. Tiene con mucha coordinación”.

Lucía y Jaime aprendieron a montar en los clubes hípicos donde comenzó a trabajar su padre, como profesor de equitación, cuando el Hipódromo de La Zarzuela fue clausurado. Una década después, con la reapertura, Tolo regresó, perdió muchos kilos y volvió a ganar carreras. Sus hijos descubrieron entonces que los caballos del hipódromo eran muy distintos a los de hípica. Para Jaime, que monta a caballo desde los siete años, aquello fue una revelación: “La primera vez que me subí a un purasangre fue en Mijas, estando de vacaciones. Jorge Rodríguez me dio la oportunidad. No tenía nada que ver. Me encantó. Poco tiempo después ya estaba trabajando en su preparación.”
Lucía ya acumula bastante experiencia. Debutó hace más de cinco años y ha ganado siete carreras, la mayoría con caballos poco o nada favoritos, aunque reconoce que le gustaría montar más a menudo los domingos. “Entre semana somos muchas las chicas que montamos, pero el día de las carreras es más difícil. Aún me falta coger músculo, pero tengo afición, paciencia y constancia. Mi padre siempre me da los mismos consejos: no pises al de delante, no molestes a nadie, haz lo que todo lo que te diga el preparador. Algún día me gustaría montar para él”.

EL NUEVO DESAFÍO.

Ese día puede llegar muy pronto. Tolo Gelabert ha dado el paso que algunos llevaban tiempo reclamándole. Ha obtenido la licencia de entrenador: Mauri Delcher ha sido el que más me ha animado a hacerlo. Y no solo eso. También me ha buscado los clientes. Cuando se marchó a Francia, me quedé con algunos de sus caballos, aunque él seguía figurando como titular de la preparación. Le estoy muy agradecido por todo”.

Su vida también ha cambiado. Un jockey se sube a un caballo, hace su trabajo y después se baja. Ahí termina todo. Un preparador tiene otras preocupaciones: “Mañana y tarde estás pendiente de los caballos: si comen o no comen, si tienen alguna pequeña herida o sangran. El preparador nunca descansa”.

El 6 de diciembre debutará con Baruk, una potra hija de Faramir; y con Saduceo, un tres años de la cuadra Alisares. De los ocho ejemplares que tiene en sus boxes, la mitad son yearlings: “Hay que ir despacio con ellos” –afirma con cautela. Bartolomé Gelabert, en el fondo, lo sabe muy bien: en el turf es mejor tomarse las cosas con paciencia, ir tapado, esperar hasta el final para atacar y meter la cabeza justo en el poste de llegada, como le decía Claudio.

En el paddock Tolo y Lucía le desean suerte a Jaime antes de subirse al caballo que monta en la tercera. Según los especialistas en pronósticos hoy no tiene muchas opciones, pero… ¿quién sabe? Es posible que lo mejor de la saga esté aún por llegar.

Noviembre de 2013 (Publicado en A Galopar).

Carlos Guiñales.


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