Alejandro Calonje
ALEJANDRO
CALONJE. INSTINTO GANADOR.
A Alejandro
Calonje, Marqués de Santa Cruz de Paniagua, no le importa madrugar, sobre
todo si es para presenciar de los galopes mañaneros de Divisa Azul. La potra pertenece a la cuadra Zurbano, uno de cuyos
propietarios es el novio de su hija. El abuelo materno de Divisa Azul es, por cierto, Bass,
un antiguo defensor de la chaquetilla azul y gris propiedad de Calonje. Sus colores fueron durante varios lustros sinónimo de éxito
en las carreras.
ALEJANDRO
PANDO.
A los cinco años pisó por primera vez un
hipódromo; fue en Lasarte, en 1956, durante unas vacaciones estivales. A los
diez comenzó a asistir regularmente a las carreras en Madrid gracias a una tía
suya, propietaria de una pequeña cuadra. A los catorce, definitivamente, ya era
un gran aficionado: “Empecé a ir todos
los domingos. Tomaba el metro en Alonso Martínez y en Moncloa y cogía el
autobús que paraba junto al hipódromo. A diario siempre iba a los galopes. Con dieciocho
años me hice socio de la Sociedad de Fomento”.
Con una trayectoria tan precoz no es extraño
que a los 24 años se hiciese propietario: “Acerté
una quíntuple de 100.000 pesetas y todo el dinero lo invertí en comprar a Lorca, una yegua que era muy atrasada
pero tenía muchísima distancia. En Lasarte ganó el Premio La Concha, sobre
3.000 metros. Como no quería que en mi casa supiesen que tenía caballos, decidí
ponerle a la cuadra el nombre de Pando,
porque el hermano pequeño de mi mujer siempre me llamaba Alejandro Pando”.
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Lorca, montada por Paquito Rodríguez |
Lorca ganó algunas carreras más y,
cuando dejó la competición, Alejandro
se aventuró a criar con ella: “Me gustan
los caballos de fondo, así que la crucé con el velocista Rubric para obtener un caballo de 2.400 metros, que era lo que yo
quería. El resultado fue Higinio”.
Antes de llegar a Higinio, otros buenos caballos (Steamboy, Santorcaz o Thunderball, que corrió tres veces el
Gran Premio de Madrid y se colocó en dos de ellas) pasaron por los boxes de la
cuadra Pando, pero el hijo de Rubric
y Lorca los eclipsó a todos. Ganó el
Memorial Duque de Toledo y el Gran Premio de Aquitania (ahora Listed Race), fue
2º en el Gran Premio de La Teste, 4ª en el Gran Premio de Nápoles y en el Gran
Premio de Roma. Ganó 37 millones de pesetas en premios: “Durante mucho tiempo fue el caballo nacional que más dinero había
ganado en España. En el box era un diablo, pero en la pista tenía un corazón
enorme, además de cierta clase. Lo que hizo en aquella época, con los medios
que teníamos aquí, es de mucho mérito. Para ir a correr a Italia, por ejemplo,
teníamos que viajar con el caballo un mes antes de la carrera. Me dio muchas
alegrías”.
Su victoria en el Memorial de 1984, montado
por Walter Swimburn, significó
paradójicamente el final de la cuadra Pando. “Tuvo tanta repercusión que todo el mundo se enteró de que el
propietario era yo y no tenía sentido ocultarlo”. A partir de entonces la
cuadra de Alejandro Calonje pasó a
llamarse cuadra de la Marquesa de Santa
Cruz de Paniagua, en honor a su esposa, pero conservando la chaquetilla a
franjas azules y grises.
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Higinio bate a Indian Prince en el Memorial Duque de Toledo de 1984. |
MARQUESA DE
SANTA CRUZ DE PANIAGUA.
La senda del éxito trazada por Higinio prosiguió. Las nuevas
adquisiciones de Alejandro Calonje
se convertían –casi sin excepción y bajo la puesta a punto del preparador Miguel Alonso- en caballos muy
rentables: “Con lo que ganó Higinio compré a Enix, que se impuso en el Beamonte;
con lo que ganó Enix compré a
Millikan, al que llamaban el Califa
de Sevilla por lo bien que se le daba Pineda; y con lo ganó Millikan compré a Fort Saganne, que nunca venció en España pero en Francia ganó cinco
Listed y era conocido como el Mark Spitz
de Maissons-Laffitte de tanto que le gustaban las pistas pesadas. Todo lo que
he ganado con los caballos me lo he gastado en caballos”.
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Junto a su familia, Miguel Alonso y Ceferino Carrasco, después de ganar el Gran Premio de Madrid con Vichisky. |
Alejandro no hace tablas y tampoco
apuesta demasiado, pero es un estudioso de la genética. En aquella época
buceaba entre catálogos de la British Bloodstock Agency antes de las subastas hasta
escoger aquel yearling cuyo cruce le parecía más idóneo. Así compró al poderoso
Vichisky, ganador en 1988 del Derby,
el Gran Premio de Madrid y el Memorial Duque de Toledo: “Solo perdió en el debut, ante Namanti,
porque le pedimos al jockey que no le diese un solo palo, ni siquiera para
ganar; y en la Copa de Oro, donde no lo pudo montar Ceferino Carrasco y nos batió Glauco.
Todo lo demás lo ganó sin hacer un esfuerzo. Fue el año de la peste equina y
las fronteras estaban cerradas, pero me queda la espina de no haber intentado salir
fuera de la manera que fuese”. Después de su fabulosa campaña clásica, Vichisky paso a la yeguada, pero
desgraciadamente un problema genético detectado después hizo que su
descendencia fuese muy limitada.
El citado Bass -un insólito sprinter en una cuadra poblada de fondistas-, el ganador
del Derby Servando, el maratoniano Sheikh Dancer y el rematador Alexandrovich mantuvieron la eterna
buena racha de la cuadra hasta el final. En 1996, cuando Madrid se quedó sin
carreras, Alejandro Calonje se
despidió de los caballos: “No tenía
sentido si no podía verlos correr. Tenía mi trabajo y no podía estar continuamente
viajando. Mi última victoria importante fue con Alexandrovich en el mal llamado Gran Premio de Madrid que se disputó
en Lasarte, pero si hay una carrera que siento no haber ganado nunca es la Copa
de Oro. Fui cinco veces segundo”.
DE NUEVO EN EL PADDOCK.
Con la reapertura de La Zarzuela, Alejandro Calonje regresó a las
carreras, compró un caballo junto a unos amigos y resucitó la cuadra Pando,
aunque los colores no eran exactamente los mismos porque otra cuadra se había
quedado con ellos: “Centeo salió muy barato y nos divertimos mucho con él, pero para mí
ya no tiene mucho aliciente correr hándicaps. El turf, a nivel mundial, ha
cambiado y hoy día comprar un caballo realmente bueno es muy caro”.
Mientas espera la llegada de una nueva oportunidad,
es habitual verle en el paddock cada domingo: “Vengo también los sábados y siempre que entrena Divisa Azul. Creo que en el hipódromo se están haciendo bien las
cosas. Solo pediría más apoyo a los propietarios, que son quienes sustentan las
carreras, y más promoción. Echo de menos gente joven. Yo venía con catorce años
y entonces había muchos chavales de esa edad. Siempre nos poníamos en aquella esquina”
dice señalando a un lugar del que nunca parece alejarse demasiado.
Abril de 2014 (publicado en A Galopar)
Carlos Guiñales
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