Joaquín Martínez

Joaquín Martínez: el regreso

Joaquín Martínez compró a Tafadhali hace cinco años, empezó a entrenarla hace dos y desde ahora también la montará en carreras. A sus 58 años, conserva intacta la ilusión de un aprendiz en busca de su primera oportunidad y parece dispuesto a desafiar el paso del tiempo: su última carrera como jockey tuvo lugar hace la friolera 24 años.

EL APRENDIZ REBELDE

Joaquín es el hermano menor de Diego Martínez, el primero de la familia que hizo el viaje desde Sevilla a Madrid para triunfar como jockey y la persona que le animó a seguir sus pasos. Tenía 14 años cuando Manolo García, preparador de la vieja escuela, le subió por primera vez a un caballo: “Recuerdo la ilusión de llegar a mi casa y decirle a mi madre que no me había caído. Poco tiempo después ya estaba montando en carreras. Mi primera victoria, en una de aprendices, fue con Danzarinea, pero más alegría me hizo ganar con Arriu en Lasarte. Era un caballo muy rápido y nos pusimos en cabeza de salida; en la recta se nos echaron encima Carudel -que siempre fue mi ídolo- con un caballo de Rosales, y Román Martín, con uno de Mendoza. Hubo foto entre los tres y al final me dieron ganador. Solo tenía 16 años”.

Como aprendiz montaba a 50 kilos cuando sus colegas podían hacerlo a 40. La báscula empezaba a ser un problema, al tiempo que su carácter le granjeaba fama de conflictivo: “En los años 70 había en el hipódromo 1200 caballos y grandes cuadras, pero las condiciones laborales eran tremendas, no teníamos días libres y a los aprendices nos trataban como a esclavos. Creamos un sindicato para conseguir mejoras y nos pusimos en huelga, la primera que hubo en el hipódromo. No duró mucho porque los empleados de Mendoza, que eran los mejor pagados, la reventaron a los pocos días. Yo era el representante de los aprendices; y los preparadores, que eran los empresarios contra los que protestábamos, tomaron nota de aquello. A partir de ahí no tuve muchas oportunidades. Y eso que algunos decían que arreaba mejor que mi hermano Diego, que conseguía muchas victorias pero era más duro con los caballos. Llegué a ganar carreras por una cabeza sin llegar a usar el látigo”.



FANTOMAS, ROBERTIYA, HÉGIRA.

Como jockey calcula que logró unas 90 victorias; 15 fueron de vallas y 2 de Steeple-Chase. Buscó en las carreras de obstáculos las oportunidades que no encontraba en el liso: “El peso me estaba matando y me fui con Juan Campos, que me enseñó al saltar. Al primer intento, con El Poeta, salí volando por encima del caballo, pero insistí y me acabó gustando. Disfrutaba mucho de aquellas carreras porque tenías más tiempo para pensar, aunque las de Steeple eran muy peligrosas”. También en aquella época, a mediados de los 80, ganó con Fantomas, de la cuadra Dial y preparado por Paco García, el Gran Premio de Sanlúcar, una de sus victorias más recordadas: “Se me daban bien hipódromos como El Saler, en Valencia, o las playas de Sanlúcar; y Fantomas tenía un corazón muy grande, ya se había ido de un tendón y no podía entrenar en la arena. Había que llevarlo al mar y hacer que nadase. Aquel gran premio fue su última carrera”. 


Sus últimos años como jockey los vivió a las órdenes de dos preparadores argentinos, Adrián Boccardo y Enrique Bedouret, de quien afirma que estaba obsesionado con el cronómetro: “Muchos caballos de la cuadra Alborada se quedaron en las pistas de entrenamiento, pero al menos nos quedó Robertiya. De potra era muy difícil y Bedouret me dijo que tenía que encargarme de ella. Era buenísima y acabó ganando grandes carreras”. Martínez recuerda especialmente su última victoria para los colores azules con una yegua llamada Bruselas en un hándicap con 20 participantes disputado en Madrid en 1990, pero su despedida como ganador tuvo lugar en febrero de 1992 con el humilde Lucas en Pineda. A finales de aquel mismo año colgó la fusta, aunque no abandonó al turf: “Me hice con dos caballos. Hégira, que tenía un origen muy pobre y estaba casi desahuciada. Los veterinarios me dijeron que no llegaría a correr, pero la domé, vi que su problema era de ovarios, lo resolvimos y acabó ganando siete carreras. Con El Bonifa gané tres. Miguel Alonso lo había utilizado como sparring en su cuadra y pensé que era mejor no galoparlo para que llegase fresquito a las carreras. Aunque me ocupaba de ellos, nunca llegué a figurar como entrenador. Estaba a punto de sacarme la licencia cuando llegó el cierre del hipódromo y mis planes se truncaron. Encontré trabajo en el Club Puerta de Hierro, en tareas de mantenimiento. Fueron los peores años de mi vida”.

VOLVER A EMPEZAR

El reloj se puso de nuevo a cero en el otoñó de 2005. Joaquín empezó a frecuentar las cuadras, contactó con Yan Durepeyre, que se había instalado en Madrid, y volvió a subirse a caballo por las mañanas. Junto a un par de amigos, compró un modesto ejemplar llamado Do You Dance y, gracias a él, recordó lo que significaba ganar una carrera por pequeña que fuese. Ya en solitario, fundó la cuadra Lajorquín (bautizada así en honor a sus hijos: Laura, Jorge y Joaquín) y compró a Popurri, que no llegó a ganar pero le animó a continuar la aventura. Poco después adquirió a Tafadhali por 3000 euros: “Me gustaba mucho. Conocía a su abuela, Salaam, que había sido un gran yegua de la cuadra Alborada. Debutó con mis colores ganando en Madrid, con Jesús López como preparador. Después discrepamos: yo quería correr el Benítez de Lugo y él no. Al final me impuse, disputó la carrera y quedó cuarta, pero me tuve que llevar a la yegua de su cuadra y fue entonces cuando decidí sacarme la licencia de entrenador”.


Aquello fue en 2013. Tafadhali tiene ahora 8 años y ha disputado 62 carreras, de las que ha ganado seis: “Ha tenido muchísimos problemas, ha sido operada de garganta dos veces, un día casi se mata en el box; pero jamás he conocido un caballo tan duro y al que le guste tanto galopar. Si un domingo corre, al lunes siguiente está más contenta. Cada día vengo temprano al hipódromo y paso con ella toda la mañana. Me siento el tío más feliz galopándola en la pista o paseando por el monte. Un día, estando solos en el box, me pasó algo por la cabeza y dije: ¿Por qué no montarla también en carreras?. Empecé a ponerme en forma y perdí siete kilos. Es lo que más ilusión me hace. Ahora puedo montarla a 59 o 60 kilos. Ojalá caiga en la segunda parte del hándicap y pueda ser por fin este domingo”, afirma, casi implorando, el jinete que después de 24 años sin vestirse de jockey ha decidido no posponer su regreso ni un día más.

Marzo de 2016 (publicado en A Galopar)

Carlos Guiñales

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