Jacinto Sánchez
JACINTO
SÁNCHEZ, A LA SOMBRA DE LOS GRANDES
Jacinto Sánchez no se ha perdido una sola
edición de la Copa de Oro. Desde 1966 viaja cada año desde el hipódromo de La
Zarzuela, donde reside, hasta Lasarte para presenciar la carrera imprescindible
del verano donostiarra. Tiene 74 años y una trayectoria profesional casi tan
vasta como la historia del turf en España. Ha trabajado para los mejores
entrenadores y propietarios de su época -Francisco
Cadenas, Ramón Beamonte, Jesús Méndez, Villapadierna, José Luis de
Salas, Ramón Mendoza, Bonifacio Vergara y Claudio Carudel, entre otros-, pero
siempre ha figurado en segundo plano, como esos actores secundarios –y, sin
embargo, indispensables- del mejor cine clásico.
EL NEGRO
WILDSUN Y EL ALAZÁN RHEFFISSIMO
Jacinto nació en 1940, precisamente en
San Sebastián, donde tuvieron que quedarse a vivir sus padres durante unos años,
pues la sublevación militar del 36 les sorprendió en plena temporada de verano
lasartearra. Perteneciente a la tercera generación de una familia dedicada al
turf, se inició como aprendiz a los 16 años a las órdenes de Francisco Cadenas, preparador de la
cuadra Beamonte: “No llegué a debutar en carreras porque en
la cuadra había aprendices como Román
Martín, Sabino Polo o Adolfo Barderas, que tenían mucho
nivel”.
En 1958, los caballos de Ramón Beamonte, empresario de la construcción, pasaron a Jesús Méndez y Jacinto se marchó con él: “Comenzábamos
a trabajar a las 5 de la mañana y terminábamos a las 10; así desde el 1 de
enero al 31 de diciembre. Las únicas vacaciones que recuerdo son las que tuve
cuando me casé. Todos los mozos vestíamos de uniforme: pantalón de montar y
jersey verde, los colores de la cuadra. Don
Ramón sabía mucho de caballos y era muy generoso. Cuando un caballo ganaba,
el mozo que lo cuidaba recibía una propina de 200 pesetas. Ganábamos más en
propinas que en sueldo”. Fue al año siguiente cuando Wildsun, montado por Claudio
Carudel, ganó el Gran Premio de Madrid:
“Era un caballo completamente negro, el mejor que teníamos, y yo era su
cuidador. Gano el Gran Premio con 56 kilos, algo que no ha vuelto a hacer nunca
un tres años”.
Con el negro Wildsun |
Cuando su padre se retiró, Jacinto asumió las funciones de primer
mozo en la cuadra: “Yo lo comparo con la
tarea del segundo entrenador en un equipo de fútbol. Tienes que observar todos
los días a cada caballo, comprobar que ha comido bien y que no sufre ningún
percance. Los caballos son inteligentes y reconocen al mozo que les da cariño. Según
los tratas, así te tratan ellos. A mediados de los años 70 llegamos a juntarnos
con 85 caballos, todos los de Beamonte,
Villapadierna y Mendoza, que eran muy distintos como propietarios. El Conde de Villapadierna era un señor,
venía todos los días a la cuadra y tenía la costumbre de tocar el testero a los
potros antes de debutar para saber si iban a ser buenos o no, y casi siempre
acertaba. Ramón Mendoza, en cambio,
no sabía de caballos, pero tenía buenos asesores y trajo muchos ejemplares de
Chile que dieron un resultado fenomenal”.
Fue en 1976 cuando apareció Rheffissimo, precisamente el último
fenómeno de Villapadierna, un alazán
de apariencia nada llamativa, según recuerda Jacinto Sánchez, pero intratable en la pista: “No estaba bien criado; de potro lo vendían por 200.000 pesetas, que no
era mucho dinero, y nadie lo quiso comprar. Estuvo un año escayolado y tardó
mucho en debutar, pero yo confiaba en él y me lo confirmó ganando desde el
primer día. En la pista era un monstruo. En España solo sufrió para ganar en el
Gran Premio de Madrid. Luego encadenó la Copa de Oro, el Villamejor y el
Memorial Duque de Toledo, y después se lo llevaron a Inglaterra, donde disputó
varias carreras y fue tercero en Grupo III. Recuerdo el día que regresó a
España; cuando llegó al box, le quité las vendas, acaricié sus tendones y le
dije a Jesús con la mirada que nos habíamos quedado sin caballo. Creo que en
Inglaterra le dieron mucha caña”.
Rheffissimo, el "monstruo" de Villapadierna |
NUEVOS
PATIOS
Después de 27 años de colaboración con Jesús Méndez, Jacinto dejó su cuadra para probar suerte con José Luis de Salas, que acababa de llegar de Estados Unidos: “Con él aprendí cosas nuevas. No forzaba a
los caballos en los entrenamientos y tenía la costumbre de mantener sus
extremidades vendadas dentro del box para evitar lesiones. Además utilizaba
sueros y complejos vitamínicos que aquí no conocíamos. Antes los piensos eran
muy simples. Solo contenían avena, habas y algo de cebada. La alimentación es
lo que más ha cambiado en todo este tiempo”.
Después pasó varios años como primer mozo de Bonifacio Vergara, con quien ganó las
Poules (Pepes y Caruchita, ambos en 1985) y el Derby (Adriático, en 1987); tuvo un breve encuentro con Gerardo Villarta y cerró su ciclo en el
hipódromo con Claudio Carudel, con
quien volvió a ganar el Derby gracias a Cumbrales
(1994). Después llegó el mazazo: la noticia del cierre del hipódromo: “Pude ir a San Sebastián, incluso como
preparador, pero mis hijos estaban estudiando y decidí quedarme. Me dieron
trabajo en la Venta de la Rubia como cuidador de caballos de hípica, pero no me
gustaba cómo se trataba a los caballos; trabajaban horas y horas sin descanso y
lo dejé después de unos meses. Al final encontré trabajo como conserje de un
edificio y allí estuve hasta que me jubilé”.
UNA CASA
JUNTO A LA CURVA DEL PARDO
Desde entonces ha permanecido aferrado a su
pequeño pedazo de tierra junto a la curva del Pardo, a escasos cien metros de
la pista de hierba, observando con pesar cómo las 34 familias que en 1996
vivían en el recinto del hipódromo de La Zarzuela iban, una tras otra, abandonando
sus casas: “Era triste ver cómo se tenían
que marchar y los jabalíes entraban en los jardines y lo destrozaban todo. A
muchos los realojaron en el barrio de San Fermín, pero a mí aquello no me
gustaba. Vivo en esta casa desde el 7 de junio de 1958 y aquí espero seguir
viviendo. Ya solo quedamos Gerardo
Villarta y yo. He tenido tres juicios, he ganado dos y he perdido uno.
Puede que un día de estos yo también me tenga que ir”.
Aunque no apuesta jamás, en Madrid Jacinto Sánchez no se pierde una sola
jornada de carreras; solo tiene que abrir la verja de su casa, caminar unos
metros y asomarse a la curva del Pardo; y en San Sebastián siempre estará
esperándole su querida Copa de Oro.
Agosto de 2014 (publicado en A Galopar)
Carlos Guiñales
Finalmente Jacinto se tuvo que marchar del hipódromo y, desde hace unos meses, vive en Pozuelo de Alarcón. Pero no se pierde un solo día de carreras y acude entre semana siempre que puede. Continúa siendo uno de los mejores y más entendidos aficionados al turf que conozco.
Noviembre de 2015
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