Román Martín A.

ROMÁN MARTÍN ARRANZ, UN JINETE DE ALTURA.

Lo primero que llama la atención de Román Martín Arranz es su estatura. Mide 1’83. Demasiado alto para ser jockey –le han repetido muchas veces- pero él no abandona el empeño. Pesa 59 kilos, de modo que su figura a caballo se asemeja a la de un Quijote cabalgando contra los elementos. Las pocas oportunidades que tiene las aprovecha. Hace solo unas semanas hizo con Argaly -el caballo de Kaela, la cuadra familiar- una monta precisa y muy inteligente, muy digna del apellido que lleva. Fue la décima victoria de su palmarés como jinete.

LA TERCERA GENERACIÓN.

Su padre es Román Martín Vidania, doble vencedor de la Copa de Oro de San Sebastián –una  como aprendiz, otra como jockey- y preparador desde hace casi una década; su madre es Ana Isabel Arranz, quien también fue jocketta profesional; y su abuelo es nada menos que Román Martín Sánchez, uno de los mejores jockeys españoles –si no el mejor- de todos los tiempos, con un palmarés también espléndido como preparador. Con semejantes antecedentes, el destino de Román Martín Arranz parecía escrito desde el primer biberón: “Puede decirse que lo he mamado desde pequeñito. Entre todos me han inculcado este mundo. Con siete u ocho años, cuando iba a veranear a San Sebastián, ya montaba a los caballos de carreras que tenía mi abuelo –Jumbotron, La Cibeles, Jafar-. Al principio toda la familia me animaba a ser jockey, aunque después, como veían que no paraba de crecer, me lo intentaron quitar de la cabeza. Pero yo insistía e insistía y al final volvieron a darme todo su apoyo”.

De niño, aprendiendo a llevar las riendas
Su debut en carreras se produjo, de hecho, sobre una yegua de su padre, Divine Reine. Fue en Lasarte en el verano de 2006, Román tenía 16 años y apenas recuerda nada: “Se me pasó volando. Mi padre y mi abuelo me dijeron que lo fundamental era que estuviese tranquilo y monté sin presión, pero me di cuenta de que si quería dedicarme a esto tenía que prepararme muy bien. Mi primera victoria fue con Lil One, en Orense. Fue muy emocionante. El caballo era de mi abuelo y le dediqué del triunfo a mi abuela”.

Las victorias continuaron. Con Speed Emperor se estrenó en La Zarzuela, con Balata venció por primera vez para otro preparador (Alberto Carrasco) y con Smasher ganó tres carreras casi seguidas, pero su pelea contra la báscula ya había comenzado: “De 59 kilos no puedo bajar. Es mi límite. Hago mucho ejercicio, voy a la sauna y sigo una dieta equilibrada, aunque en general como de todo. De lo único que me privo es de la Coca Cola, que me encanta pero engorda bastante”.

Con ese peso tenía muy complicado dar el salto de amateur a profesional, pero Román seguía absorbiendo como una esponja todo lo que veía a su alrededor, y no solo de su abuelo o de su padre -de quien dice haber heredado la sangre fría en carrera- sino de otros jinetes: “Me gusta mucho como monta José Luis Borrego, pero en general aprendo de todos los jockeys. En cierta ocasión, estando en los cajones de salida un día de lluvia en Dos Hermanas, arrojé al suelo la capa de plástico de las gafas y José Luis Martínez me advirtió que eso no debía hacerlo porque el caballo podía asustarse. Son detalles de los que tomo nota. Casi todos los jockeys me conocen desde que era un niño y siempre me he sentido muy arropado. Ser hijo y nieto de jockeys tiene su lado bueno y su lado malo”.

LAS CARRERAS DE VALLAS.

A principios de 2013 surgió una oportunidad que pudo haber cambiado su vida. El hipódromo de La Zarzuela programó en su calendario de primavera varias carreras de obstáculos y Román no se lo pensó demasiado: “Fue Alberto Carrasco quien me animó a probar, aunque antes del primer entrenamiento le dije que, si en algún momento sentía miedo, lo dejaba. Eso no pasó, el tema me gustó y durante tres meses estuve saltando con Sandoval para preparar el debut”.

Saltando con Sandoval, antes de la tragedia.
El día de la carrera, desgraciadamente, todo salió mal. En una de las vallas de la recta de enfrente Sandoval recibió mal, cayó y derribó a su jinete. El caballo tuvo que ser sacrificado y Román se fracturó la clavícula izquierda: “Sentí mucha rabia e impotencia porque tenía mucha ilusión, llegué a creerme que podía convertirme en jinete profesional de obstáculos y todo se acabó en un momento. Supongo que las cosas se hicieron con demasiada precipitación. Las vallas no eran las adecuadas y, desde mi punto de vista, ni los caballos ni los jockeys estábamos preparados al cien por ciento. Por culpa de aquella caída he tenido que pasar dos veces por el quirófano, pero estoy dispuesto a volver a intentarlo. No en España, dado que aquí no se dan las condiciones óptimos, sino en el extranjero. Sería una aventura, así que tendré que pensarlo muy bien”.

LOS CABALLOS DE KAELA.

Durante un tiempo estuvo fuera del hipódromo, trabajando en oficios que nada tenían que ver con los caballos, pero su verdadera vocación acabó llevándole de vuelta a La Zarzuela. Ha trabajado en las preparaciones de Roberto López, Yan Durepeyre y Francisco Rodríguez, y en la actualidad monta muchas mañanas para Eduardo Buzón, pero su padre continúa siendo para él la referencia: “No tiene muchos caballos y la mayoría son de la cuadra Kaela. Contamos con Kirilovich, con el que nos vamos a divertir mucho en el futuro; Argaly, que es muy honrado; Happy Few, del que esperamos buenas cosas en la arena; Steeler, Capitán Drake y, por supuesto, Smasher, que ya está retirado de la competición, pero sigue con nosotros porque es la mascota de la cuadra y también un caballo especial del que, personalmente, he aprendido muchas cosas. Bastante bien lo está haciendo mi padre con el material que tenemos. Es una pena que no haya más propietarios”.


En la cuadra no hay ningún dos años. Por eso Román, a sus 23 años, y al igual que muchos otros aficionados y profesionales del hipódromo mira al futuro con inquietud; con la esperanza de que la situación mejore pronto, pero con la maleta a medio hacer por si decide dar un nuevo salto en su carrera. Un salto de altura. Porque, aunque su objetivo es seguir montando en liso, ya ha comprobado que los obstáculos no le dan ningún miedo. 

Junio de 2014 (publicado en A Galopar)

Carlos Guiñales

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