ÁLVARO URBANO

 

Álvaro Urbano, la ilusión crítica


Perteneciente a una de las sagas más extensas de nuestras carreras, Álvaro Urbano recupera su condición de propietario ilusionado. Lo fue con 17 años y vuelve a serlo con 60, a pesar de las circunstancias y de la incertidumbre perpetua que respira el turf español. Es posiblemente la misma ilusión que le llevó a convertirse en jinete con un físico más apropiado para el baloncesto, y a hacerse cargo de la dirección de carreras del hipódromo de la Zarzuela durante 2019, reto más homérico todavía.


HUEVOS FRITOS CON PATATAS


El primer recuerdo que guarda del hipódromo de La Zarzuela son los huevos fritos con patatas que preparaba Doña Encarna en la cantina de las antiguas cuadras, al final de una jornada de carreras. Con seis o siete años, él y su hermana pasaban la tarde del domingo jugando en el encinar de la pista del monte mientras sus hermanos Luis, Rafael, Javier y Jaime lucían las chaquetillas de Los Curros y Villaviciosa, las cuadras familiares, en la pista: “Cinco de los seis hermanos varones hemos montando en carreras. Mi padres era jinetes y se conocieron en un concurso hípico, así que de ahí debe venir nuestra afición. Yo, al principio, me resistía. Un día te suben a un caballo y te caes. Te enfadas y te cabreas con tu padre. Hasta que empieza a gustarte. Teníamos una finca en Villaviciosa de Odón con 6 u 8 caballos y un verano empecé a levantarme temprano cada mañana, iba con algunos amigos y sacábamos a los caballos de paseo. Aprendí a montar con Juan Manuel Sánchez y Blas Rama. Yo era el más simpático, pero el que peor lo hacía”.


Montó en un puñado de carreras a finales de los años 70. No ganó ninguna pero probó todas las pistas que había en España, incluidas la playa del Puerto de Santa María y el hipódromo valenciano de El Saler, donde debutó: “Mi hermano Luis debía montar a un caballo llamado Drunk, pero no pudo ir y me dijeron que tenía que sustituirle. Las instrucciones eran claras. El caballo se queda siempre en la salida, me dijeron, así que no te preocupes, espera último y, si al final puedes pasar a alguno, estupendo. Se abrieron los cajones y algo debí hacer mal porque el caballo salió disparado y se puso en cabeza. ¿Y ahora qué hago?, pensé. Al final acabé luchando por el cuarto puesto y me divertí bastante, pero las instrucciones fallaron”.


NEGURI Y OTROS COLORES


Como seguía creciendo (actualmente mide 1.88 metros) colgó la fusta y se hizo propietario. Tenía 17 años: “Pedro Simón, de la cuadra Brazacorta me animó y formamos una cuadra multipropiedad con otros dos amigos. Compramos un caballo, Quilt, con el que ganó Alberto Carrasco siendo aprendiz. Después compré para Pedro una yegüita torda, Varvara, que tenía Manolo García en el hipódromo. Daba muchos problemas, no quería comer. Me la llevé a Villaviciosa e investigue sobre nutrición. Probé a germinar la cebada para alimentarla y empezó a ponerse como un toro. Volvió al hipódromo y acabó ganando un par de carreras para la cuadra Brazacorta. Me sentí muy feliz porque en parte hice de preparador”.


Desde entonces ha participado en varias multipropiedades con distintos amigos (ABS, HV, Odón) y ha sido titular de la cuadra Neguri: “En 2000 compré a Woodford Reserve. Era un caballo caro, pero quedó segundo en el Gladiateur, que era Grupo III y ganó un par de tiercés. Otro buen caballo fue a Goldamal, que ganó otras dos tiercés con mi hermano Luis Alberto como preparador. En la Copa de Oro fue segundo de Fol Parade, un gran éxito porque en Francia era un caballo de hándicap. Luego compré a Aiboa en una subasta de yearlings. Ganó el Carlos Sobrino, fue tercera del Miesque, Grupo III, ganó un listed y fue tercera en otro grupo III, pero llegó una oferta que no pude rechazar y la vendí. Con mi amigo Alfonso Quereda, de la yeguada HV, adquirimos a Girofolo, un caballo alemán que corría muy bien en punta. Le sugerí a Juan Luis Maroto llevarlo a San Sebastián con el objetivo de correr la Copa de Oro. Ganó la preparatoria y el día de la Copa le dijimos a Matías Borrego: sal en cabeza hasta donde llegues, y así lo hizo hasta que Bannaby le trincó en la meta”.


DIRECTOR DE CARRERAS


Hace dos años recibió una llamada inesperada. El recién nombrado presidente del hipódromo de la Zarzuela, Álvaro de la Fuente, le telefoneó para decirle que quería contar con él: “Me propuso el puesto de director comercial. Le dije que no, que para ese cargo necesitaba una persona más agresiva y familiarizada con las nuevas tecnologías. Pero a los 15 días volvió a llamarme para ofrecerme la dirección técnica. Me parecía un cargo de mucha responsabilidad porque el departamento de carreras representa el 80 por ciento del trabajo de un hipódromo y me tiré a la piscina. Solo le puse dos condiciones: estar dos años y tener confianza plana para dejarme trabajar. Y así lo hizo”.


Al final solo estuvo un año y ya ha pasado suficiente tiempo para hacer balance de su gestión: “Sustituimos al responsable de la pista y contratamos ingenieros para mejorar su mantenimiento. Cambiamos algunos protocolos, hicimos la nueva entrada de propietarios, el cerramiento de los picaderos y reformamos la sala de pesaje y los vestuarios. Creo que estuvimos siempre cerca de los entrenadores. Para hacer el programa nos sentamos con ellos, con los propietarios y con los jinetes. Vi que el primer año ya habíamos hecho bastantes cosas. Le dedicaba diez o doce horas al día de lunes a domingo, el dinero no me hacía falta y renuncié a seguir. Lo que no entiendo es que no me haya sustituido nadie. Puedo aceptar que no haya un director financiero, un director comercial o una directora de marketing, pero no entiendo que no haya un director de carreras en un hipódromo”.


Porque reconoce que hubo proyectos que se quedaron a medias: “Quedó pendiente la escuela de aprendices. No es responsabilidad del hipódromo de La Zarzuela, pero creo que es el único que puede liderar ese proyecto fundamental y ahora, si se reparten subvenciones, puede ser el momento de darle un empujón. El proyecto de acondicionamiento del centro de la pista para evitar que se forme tanto polvo lo teníamos aprobado. Íbamos a poner vegetación e instalar el riego, pero el cambio en la dirección de SEPI lo paralizó. En el paddock queríamos poner suelo de caucho para evitar el barro y que los jockeys patinen al subirse al estribo con las botas mojadas. Espero que pronto se haga”.


Con un sector que también sufre los efectos de la pandemia, induce a promover cambios a medio plazo: “Es un éxito que haya carreras, pero no al precio de que bajen las dotaciones a los propietarios. Hay que cambiar el modelo estructural porque este ya no sirve. La SEPI no va a desarrollar más el hipódromo y LAE no va desarrollar más las apuestas. Cada vez invierten menos dinero. Antes de que nos desenchufen ellos, debemos prepararnos para crear un modelo que permita privatizar el hipódromo y sacar la apuesta exterior para que el dinero del turf se quede en el turf. Sería además la forma de fomentar la cría porque con los niveles actuales, con olo seis o siete yeguadas y 120 nacimientos al año, tenemos una cría de andar por casa”.


A pesar de todo, hay algo que Álvaro Urbano no ha perdido. Es la ilusión del aficionado de a pie y del pequeño propietario: “Cuando me hice cargo de la dirección de carreras, renuncié por ética a la parte que tenía en la cuadra Odón. Ahora he vuelto con ellos, aunque Urban Rock, con un valor 39’5, se ha quedado sin programa en España y lo hemos enviado a Francia a correr en vallas. En la cuadra Neguri tengo a Speedful con Leyla Ennouni y a una hermana de Leilani con Patrik Olave. Y en las subastas de yearlings de este otoño espero comprar algún potro. Es buen momento porque parece que los precios han bajado. Soy un propietario un poco especial. Me gusta opinar bastante y apoyar a los preparadores que empiezan y tienen pocos caballos. Si ahora mismo me sacase la licencia de entrenador, podría tener 8 o 10 caballos al día siguiente en la cuadra, pero no quiero estar sometido a tanta presión”.


Palabra de alguien para quien las carreras vuelven a ser el mejor hobby del mundo.

Octubre de 2020 (publicado en A Galopar)

 Carlos Guiñales





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