Abraham García
LA GRAN VICTORIA
Hablar de turf con Abraham García, el chef de Viridiana,
requiere hacerlo con la mente muy abierta. De una anécdota vivida en el Derby
de Kentucky salta a un relato de Borges, de una receta culinaria emigra al hipódromo de Chantilly, de un encuentro en
Madrid con Lester Piggott regresa al
lugar donde empezó todo: la España rural de los años cincuenta, un paisaje en
blanco y negro donde a veces emergía la poderosa figura de un jinete a caballo.
LA YEGUA DEL MOLINERO Y LESTER PIGGOTT
Abraham nació en 1950 en Robledillo, un pueblo de los Montes de Toledo. Su
bisabuela era gitana y él mismo se considera gitano: "Mis ancestros debieron ser tratantes de caballos y otros
cuadrúpedos de menor linaje. En aquella época y aunque vivíamos en la
indigencia, mi abuelo poseía una yegua prodigiosa; organizábamos carreritas
entre los chavales y siempre vencían los hijos de los molineros, centauros que habían
nacido a lomos de las bestias entre sacos de harina. Como sólo corríamos dos o
de tres, me aseguraba el colocado”.
De adolescente, ya en
Madrid, descubrió el hipódromo de La Zarzuela. Un amor a primera vista: "Fui con algunos cocineros del hotel
donde trabajaba y me quedé fascinado por el ambiente, el brío y la elegancia de
los purasangres. De vez en cuando nos colaban algunas carreras de cruzados, insulsos
pencos a los que habría batido mi yegua. ¡Qué no habría dado yo por ser jockey!
aunque sólo fuera para recibir el viento en la cara al despertar con el tambor
de los cascos. Fue duro asumir que mis arrobas eran más apropiadas para un
picador”.
Desde la tribuna norte
vio ganar a algunos de sus caballos favoritos -Terborch, Rheffissimo- y
a otros menos célebres como el Rosales Sansón,
“que me dejó huella por su esfuerzo y
honestidad". Eran, por supuesto, los años de Román y Carudel: "Claudio
era la sutileza a caballo, un aristócrata de la fusta; y Román, el vigor y la fuerza, el jinete del pueblo; siento que al de
Los Navalmorales nunca se le hayan reconocido los mismos méritos. Y luego
estaba José Antonio Borrego, la
estética a caballo; un jinete alado al que aún recuerdo viniendo en tromba por
el exterior con el rematador My Mourne".
Abraham habla con añoranza, pero también con mucha ironía, de personajes como “el Platanito, famoso por sus pancartas y por colarse en todas partes"; y de
las visitas a Madrid de Lester Piggott
y Bill Shoemaker: "Cuando vino Shoemaker, yo narraba la carrera para Telemadrid. Contra todo
pronóstico, el americano venció de punta a punta con un caballo imposible y yo
tuve la sensación de haber asistido al más bello de los tongos. A Piggott le recuerdo en el paddock,
recibiendo las directrices del preparador Manolo
García. A tan largo soliloquio asistía impasible Alfonso Sánchez, el añorado crítico cinematográfico. Cuando mi
paisano Alfonso subió a la tribuna,
le pregunté qué le había dicho Manolo
¡durante más de diez minutos!, y éste, con su peculiarísima voz nasal,
masculló: lo de siempre, procura que no te encierren y te vas a ganar en cuanto
puedas”.
DE VIAJE POR EL MUNDO
Abraham ha viajado por los hipódromos de medio mundo. El turf es para él una
válvula de escape: "Quemo mi vida en
la olla exprés de mi cocina, pero cuando llego al hipódromo destapo la válvula,
rejuvenezco, respiro, me expando. Él de La Zarzuela es mi favorito -está a un
tranco del centro, presume de una recta selectiva y una hermosura de tribunas- pero
lamento que en los hipódromos, sin excepción, se coma fatal. ¡Aunque hay tantos
alicientes! El otro día, paseando por la pelousse de Chantilly, encontré tres
variedades de setas: senderuelas, champiñones silvestres y el gótico flamígero
de la Coprinus comatus, mi favorita. Tuve que reprimirme para no cargar con
ellas y premiarme con el mejor de los risottos”.
Otras anécdotas explican
su inmensa afición. Hace muchos años, en una época en la cual viajar no era tan
fácil, se enteró de que Royal Gait,
el fabuloso stayer de Pereira, disputaba
un Grupo III en Italia: "Cogí un
avión hasta Roma, donde alquilé un coche y me fui conduciendo hasta Nápoles
bajo la lluvia para ver cómo quedaba tercero. En otra ocasión, en Kentucky, cayó el diluvio sobre la pista donde competía
un hermano de Habitancum, a quien
gustaba el barro más que a mí el bourbon. Recuerdo que le jugué con todos, en
gemela y trío, y me pagaron una fortuna".
En alguien que ha
presenciado en directo tantos Arcos, Derbys y Breeder's, llaman la atención ciertas confesiones: "Disfruto tanto viendo un Grupo I como
con una carrera de venta. No concibo un domingo sin carreras y sin apuestas.
Paso de los pronósticos de otros y de soplos de última hora. Me gusta ver a los
caballos desde el ensilladero y me trabajo el paddock. Ya, con la cabeza
enharinada, me siento preparado para equivocarme yo solito".
MIRANDO AL FUTURO.
Sobre la situación actual
del turf en España se expresa con contundencia: "A LAE las carreras le importan un
rábano. La quíntuple, a la deriva, viene naufragando durante décadas. Y ni yo
ni ningún aficionado concibe que aún no se hayan encontrado acuerdos para que
las apuestas estén en la calle”.
En el paddock de La
Zarzuela, por cierto, es fácil verle conversar con su amigo Fernando Savater "A quien debemos –afirma- El juego de los caballos, el más
hermoso, inspirado y lúcido libro sobre el turf” y a los propietarios
españoles los alaba sin dudar: "Antes
nos colocábamos en un Listed y parecía que habíamos abierto el paraíso. Ahora
ya competimos con éxito en carreras de Grupo. Éste esperanzador e inmenso salto
se lo debemos al altruismo de muchos propietarios. Jamás hubo en España tantos
caballos de tan laureado origen como ahora".
Él mismo, hace unos años,
fue propietario de un caballo llamado Catorce
de Abril: "Amén de gitano, soy
republicano; de ahí los colores rojo, amarillo y morado de mi chaquetilla. Catorce no era hijo de Galileo sino más bien un penco que no
batió ni a su sombra, pero sospecho que cuando quitaron del programa la Copa de
su Majestad el Rey fue para no correr el riesgo de tener que entregármela".
La conversación transita
en el tiempo: de Abdel a Partipral, de Vichisky a Friné, de Carudel a Janácek, su actual jockey de cabecera: "Me recuerda mucho a Claudio
por su proverbial sentido del paso: cuando coge la punta, es temible".
Pero su último recuerdo es para las personas que nos han dejado en los últimos
tiempos: "Nieves Gómez, que era una mujer valiente y entrañable; Roberto López y José Carlos Fernández, niños crecidos de perenne sonrisa; y
especialmente dolorosa fue la despedida de mi amigo Pablo Font, una persona excepcional. Todo el hospital le adoraba”.
Y la última confesión: “Con Pablo
compartí algunas sesiones de quimioterapia. A mí también me ha perseguido la muerte, pero voy tan desbocado por la
vida que la he sacado de paso". Después de muchas colocaciones, Abraham García siente que, por fin, ha
conseguido la gran victoria.
Octubre de 2014 (publicado en A Galopar)
Carlos Guiñales
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