Ramón Avial
Ramón Avial: el turf en familia
Ramón Avial y Totxo. Imagen: Olga Paniagua |
El próximo domingo, el noble y
veterano Totxo peleará la victoria
en el premio Antonio Blasco. Es el caballo estrella de la pequeña factoría de
la familia Avial, la cuadra Rober, unos colores que empezaron a
lucir en el hipódromo hace 36 años. Ramón
siempre ha sido el patriarca, pero la propiedad lleva el nombre de su hijo Roberto, ya preparado para tomar el
relevo. Por si fuera poco, Fuenteesteis,
segunda hace unos días en el Criterium de Languedoc, parece asegurar el futuro
de una cuadra cuyas estrellas (amarillas, claro) se multiplican.
SU TIEMPO EN MADRID
Ramón Avial nació en Daganzo, un pequeño pueblo de la Comunidad de
Madrid, en 1952. Su padre trabajaba como guardés de Patrimonio Nacional, bajo
cuya tutela permaneció el hipódromo de La Zarzuela durante el siglo pasado, y en
1966 la familia se trasladó al recinto de la Cuesta de las Perdices: “Me aficioné desde que llegué. Hice algún
pinito como jockey pero desde el principio me atrajo más entrenar, estar todo
el día con los caballos. Pasé mucho tiempo como mozo con Juan Vicente Chavarrías, de quien aprendí mucho. Después estuve con
Luis Maroto y con Gualberto Pérez. Mis hermanos (Juan Pedro, Miguel –que en paz descanse- y José
Luis) me siguieron y fundamos la cuadra Rober. La bautizamos así por mi hijo Roberto, que tenía entonces tres años, y alquilamos una yegua, Sugar Me. Era malísima, pero la dejamos
bajar en los pesos y acabó ganando una segunda parte de hándicap. Fue una
alegría tremenda porque la pudo montar Juan
Pedro, que acababa de volver de la mili.”
Gualberto Pérez figuraba como preparador, pero la cuadra Rober ya la gestionaba Ramón Avial. En 1982 obtuvo la licencia
y comenzó a entrenar caballos de otros propietarios. Royal Kris, Carballo, Karachi, Sibarito, Borjito y Legal Jargon pasaron, entre otros
muchos, por sus manos: “De Sur guardo un recuerdo muy especial por
lo mucho que disfrutamos con él junto a la familia de Manuel Cid. Aunque tenía su carácter, como buen hijo de Kaldoun, era muy bueno. Ganó el
Nacional. Llegué a tener 80 caballos en mis boxes, pero la situación del
hipódromo se fue deteriorando poco a poco. Recuerdo que uno de mis propietarios
me dijo un día que el hipódromo de La Zarzuela iba a cerrarse, que la única
solución era poner de acuerdo a los profesionales y hacer algo de ruido para
llamar la atención porque la Comunidad de Madrid estaba preparada para hacerse
cargo de él. Lo hablé con mis compañeros para intentar organizarnos pero no me creyeron.
Se lo tomaron fatal y decidí que lo mejor era marcharme. Tenía unos 25 caballos
–la mayoría, de Pereira, Machín y Edemi- y me fui con ellos a Lasarte. Unos meses después el
hipódromo de La Zarzuela cerró.”
SU TIEMPO EN SAN SEBASTIÁN
La mudanza le hizo dejar atrás
muchas cosas, pero la familia –Su mujer Isabel
y su hijo Roberto- seguía estando
ahí y sus propietarios más fieles le acompañaron, al menos durante un tiempo: “Después se aburrieron. Corríamos mucho en
Francia y ya no les parecía tan divertido. Me iba quedando sin caballos y los
que compraba eran para mí o para la cuadra Carambola
que compartía con mi amigo José Moreno.
Éramos uña y carne. En las subastas él estudiaba los orígenes y yo los físicos.
Tuvimos caballos muy buenos, como Columbus,
y sentí mucho cuando, por circunstancias de la vida, dejó el mundo del
hipódromo. Para mí era algo más que un hermano”.
El último caballo que corrió para
la cuadra Carambola fue precisamente
Totxo en el Gobierno Vasco de 2012,
donde acabó segundo a solo medio cuerpo del ganador Cielo Canarias. Aquella carrera fue la confirmación definitiva de
que era un gran caballo: “Lo habíamos
comprado por 7.000 euros en las subastas de yearlings de Deauville. Me llamó la
atención porque era un auténtico “tocho” de caballo. Tenía un físico
impresionante. Una persona de la cuadra lo cuida expresamente, pero la verdad
es que él solo se cuida estupendamente. Come bien, duerme bien y entrena bien.
No hace falta forzarle en los galopes. Está fenomenal para correr el Blasco. No
tememos a Noozhoh porque nos hemos
batido mutuamente varias veces. Totxo
da su mejor valor entre 1.200 y 1.400 metros, pero le gusta sobre todo la línea
recta. Lo hará muy bien si encuentra pista blanda. Entre premios y primas ha
ganado más de 600.000 euros y, tal como está, seguro que seguirá corriendo el
año que viene”.
El gladiador Totxo regresa a Madrid. Imagen: Salva Maroto |
Más barata aun resultó Fuenteesteis, adquirida también en
Deauville el año pasado y admirable segunda en el Critérium de Languedoc, todo
un listed francés: “Cuando la vi en el
round previo a la subasta, dije: ésta es mi yegua. Lo que no me imaginaba es
que solo iba a costar 3.500 euros. Volverá a correr este año una clase A y
espero que siga mejorando el próximo año. Si corre en España será de las
mejores, aunque todavía no sé si la venderemos”. Poti, que estaba corriendo en Francia, llegó a su cuadra en
primavera y en verano logró cuatro victorias consecutivas para la cuadra Fabana: “Los responsables de la compra fueron Ion Elarre y Ander Galdona.
Yo tenía mis dudas, pero ellos insistieron: es nacional, nos vamos a divertir con
ella este verano, me decían, y al final me convencieron. Es muy valiente, tiene
más corazón que físico y necesita que le hagan su monta. Si el jockey se
equivoca, como pasó en el María Cristina, pierde la carrera. Su última salida,
en un Grupo III, no corrió como sabe, pero seguirá otro año más en competición.
Volveremos a disfrutar con ella en Lasarte”.
La familia Avial tiene en sus boxes 18 caballos, casi todos de su propiedad o
con participación en ellos. La mayoría ha costado poco dinero: “Eritiere
(Diktat y Eretria) es una dos años todavía sin debutar. Es tardía y grandona.
Estamos esperándola porque creo que tiene mucha calidad. Hoy Curillines me ha decepcionado, pero
también es tardío, mejorará con la distancia y con la edad. Si la pista está
buena correrá el Veil Picard. Tramazales
todavía tiene cosas que decir. Tuvo una lesión de la que volvió a resentirse,
pero se ha recuperado y ya está entrenando”.
Instalado en Lasarte desde hace
más de 20 años, nunca se ha planteado regresar a Madrid, aunque reconoce que en
los últimos tiempos ha pasado etapas duras: “Hasta
hace un par de años las cosas no me iban tan bien. Al no tener casi propietarios,
me tengo que financiar yo solo y no puedo gastar mucho dinero. Pero en Lasarte
soy feliz. Nos tratan muy bien y allí lo tenemos todo a tiro, tanto Francia
como Madrid. A La Zarzuela seguiré viniendo si los premios se mantienen a este
nivel. Es una gozada correr en esta pista y hay que felicitar a sus cuidadores
porque siempre, por mucho que llueva, está perfecta”.
El pasado domingo veíamos como el
propio Ramón Avial sacaba a Curillines y Lava al paddock de La Zarzuela. Por la tarde regresaba a Lasarte y
el lunes ya tenía previsto viajar a las subastas de Deauville. Así es la vida
de un hombre de turf: “Compro, viajo con
los caballos, los domo y pongo las herraduras. Hay que hacer de todo porque en
la cuadra Rober somos solo cinco
personas –además de mi mujer y mi hijo, están Rolando y José Manuel,
que son como de la familia-. Compartimos juntos alegrías y tristezas. Me
gustaría ganar algún día la Copa de Oro porque Lasarte es mi casa, pero mi mayor
ilusión es disfrutar del turf día a día. Quiero que Roberto vaya teniendo cada vez más responsabilidad. Siempre ha
estado conmigo y ya es hora de que empiece a coger las riendas de la cuadra. Va
a ser mi relevo”.
Noviembre de 2016 (publicado en A Galopar)
Carlos Guiñales
Comentarios
Publicar un comentario