Más allá del paddock
El tweet cayó como una losa. No me lo esperaba. Algunos se
agarraban a la posibilidad de que se tratase de una inocentada, pero yo sabía
que eso no era posible. Julio nunca hubiese
bromeado con un asunto tan serio. La decisión estaba tomada.
Conozco a Julio y Fernando desde principios de los años 90,
cuando me animé a participar en el concurso de pronósticos de prensa y radio. En aquella época hacía mis prácticas en pequeños medios de comunicación al tiempo que
estudiaba Periodismo en la UCM. La calle Lérida donde se
imprimía Recta Final estaba a mitad de camino entre la Facultad y mi casa, así
que cada martes a mediodía les hacía una visita, leía con detenimiento los
partants del domingo e intentaba afinar mis pronósticos (generalmente fallidos), mientras observaba cómo trabajaban a toda velocidad para poder tener la revista en la calle cuanto antes. Un día, armado de valor,
me ofrecí a echarles una mano. Fernando me señaló con ironía el lugar dónde
estaba la escoba. Después me explicó que, a pesar de la larga lista de
redactores y colaboradores que aparecían en la primera página, la revista la
hacían básicamente entre tres personas. Aquello no daba para más.
Recta Final desapareció y apareció A Galopar. La Zarzuela
cerró y durante un tiempo me olvidé del turf. Cuando volví, unos años después, allí seguían. No sé
cómo, pero habían resistido. Y, 20 años después del tímido escarceo de la calle Lérida, fueron ellos quienes me ofrecieron colaborar en la revista. Julio me propuso
escribir un artículo semanal de opinión. Dudé si debía aceptar porque siempre
he creído que para opinar sobre un tema es imprescindible manejar muchísima información
-y yo, que siempre me he acercado al turf más como aficionado que como
periodista, nunca la he tenido- así que le propuese una alternativa más modesta: escribir una serie de reportajes sobre personajes del mundo de las carreras a partir de charlas más o menos informales. Le pareció una buena idea. La
sección se llamaría Más allá del Paddock.
Nos pusimos manos a la obra. Algunos nombres los sugería yo.
Otros los proponía Julio. Buscábamos el consenso, descartando de entrada a los
entrevistados habituales y a los que acaparaban las portadas de la revista –generalmente,
jockeys y preparadores en los puestos de honor de la estadística- para dar entrada a personajes menos conocidos del mundo del turf o, en ocasiones, injustamente olvidados: jinetes
amateurs, profesionales retirados, criadores modestos, propietarios de diversa índole,
jóvenes promesas, mozos de toda la vida, aficionados singulares, fotógrafos, periodistas…
La idea era saber algo más de esas personas con las que nos cruzábamos cada
domingo en el hipódromo. Poder compartir sus historias. Recordar cómo
llegaron al turf. Descubrir sus sueños.
Desvelar a veces su
desencanto.
Por Más allá del paddock pasaron Jaime Gelabert antes de logar
su primera victoria como aprendiz y Félix Sanz cuando ya solo tenía un caballo
en competición. Valentina Burgueño cuando comenzó a preparar y Mauricio Délcher cuando dejó de hacerlo. A Marcos Carmena lo entrevisté en la misma Tribuna Norte
donde ambos habíamos presenciado miles de carreras. A Fernando Savater, siempre
pendiente de cada detalle de las carreras, le perseguí por medio hipódromo
hasta que por fin nos sentamos y respondió con amabilidad, modestia y sentido del
humor a cada pregunta. La charla más larga la tuve con Carlos Pellón, aunque
Abraham García debió quedar a menos de un cuello de distancia. La más escueta e
improvisada fue con Uma, que al día siguiente compensó la brevedad con una
generosa misiva. La más emotiva se produjo, sin duda, con Miki y Fernando Font
porque el recuerdo de su hermano Pablo sobrevoló cada frase que se dijo aquella
soleada mañana. La memoria de José Carlos Fernández también estuvo muy presente durante la distendida conversación que mantuve con Eduardo Fierro.
Si algo siento es no haber podido dedicar más reportajes a
turfistas de otras latitudes, aunque a veces aprovechaba los viajes a Madrid de
Sergio Vidal, Alberto Remolina o Ramón Avial para robarles parte de su tiempo.
Sería imposible mencionar a todos los personajes que han pasado por la sección,
pero quiero agradecer a todos, sin excepción, tanta generosidad y paciencia. He reproducido
en esta web muchos de los textos publicados en la revista porque
siento que es la manera de que perduren en el tiempo y puedan ser consultados con facilidad por cualquiera que lo desee. Debo dar las gracias también a los lectores. 26.000 visitas recibidas desde que comencé a publicar artículos me parecen muchísimas para un blog de turf.
Soy consciente de que muchas historias del turf están
todavía por contar y me gustaría continuar la tarea algún día. Pienso, por ejemplo, que Julio Díez y Fernando
González, siempre discretos pero siempre inasequibles al desaliento, devotos de esa misteriosa religión llamada turf, merecen un
gran capítulo. Y espero que no sea el último.
(Un hipódromo sin revista de turf sería como una película sin guion)
Carlos Guiñales
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