Pablo Font



In Memoriam


Edu tenía un feeling especial con los caballos y yo era el que mejor sabía colocarse, pero el que más se lo curró fue Pablo. Venía todos los días a montar y peleaba como nadie contra la báscula. Fue el que mejor acabó montando de los tres y el que más carreras ganó”. Así recuerda Fernando Font el espíritu de sacrificio y la fuerza de voluntad de su hermano Pablo, fallecido hace ahora 16 meses y en cuya memoria se celebra este domingo la carrera inaugural del otoño. Pablo Font, que tanto hizo por la reapertura del hipódromo de La Zarzuela hace ahora una década, será de nuevo protagonista en esta segunda reapertura.

PRIMEROS PASOS

Cuentan los hermanos Font Valle que su abuelo frecuentaba el hipódromo de La Castellana y siguió yendo durante toda su vida al de La Zarzuela, y que un día decidió llevar allí a su hijo Juan Miguel y éste no tardó en renunciar a su abono al Bernabéu para, desde entonces, poder acompañarle cada domingo a las carreras. Y cuentan que los cinco hermanos (Pablo, Fernando y Edu, nacidos en los 70; y después Juan y Miki, en los 80) descubrieron el hipódromo en carrito de bebé y celebraron allí su primera comunión, una tarde de Oaks o de Derby: “No nos jugábamos mucho, 50 pesetas a lo sumo, casi siempre a Claudio y a la Rosales, pero devorábamos la revista. Y eso que mi padre compraba dos para que evitar peleas porque todos queríamos ser los primeros en leerla”.

Un día, a mediados de los 80, la familia fue a una subasta de caballos en la Venta de la Rubia. Solo para mirar, pero fue como viajar a un territorio mítico. Tanto que los chavales se perdieron recorriendo sus boxes y pistas de entrenamiento y cuando volvieron la subasta había terminado: “Chicos, os lo habéis perdido, acabo de comprar una yegua. Se llama La Vega, les dijo su padre, y casi ni se lo creían, pero fue así como se hicieron propietarios. Después llegaron muchos más –Nino, Amanecer, Kuyaway, Octubre, Irish Stew, caballos de hándicap y a mucha honra- y el turf se convirtió para ellos en una fiesta: “En invierno, cuando había carreras en Lasarte, íbamos y volvíamos en el mismo día, pero eran viajes muy amenos porque Manolo García, nuestro preparador, sabía un montón de historias y las contaba muy bien. Todos nuestros domingos han estado ligados a las carreras”, recuerda Fernando.

Los tres hermanos mayores, todavía unos niños, empezaron a pasear caballos en el patio de Manolo, hasta que un día Pablo se dio un buen trastazo con Nino y decidieron hacer las prácticas con caballos de picadero: “Fue Pablo quien nos retó. Edu y yo habíamos pasado el verano en Estados Unidos y, al volver, descubrimos que Teodoro Callejo le había enseñado a montar. Nosotros aprendimos con Luis Alberto Urbano padre y Christian Délcher. Estuve montando a Partipral hasta su debut y todavía no me lo creo cuando pienso que aprendí el oficio con un caballo que llegó a correr el Arco del Triunfo”.

VALLE DE ANLEO Y SANLÚCAR DE BARRAMEDA

En el verano de 1990 los tres hermanos mayores estaban listos para debutar. Al final fue Edu el primero en estrenarse y su padre decidió crear una nueva cuadra, Valle de Anleo. La ocasión lo merecía y el jinete hizo el resto. Edu ganó la carrera con Benavente batiendo a la amazona Rita Azcárraga por una cabeza. Fue el día perfecto y la excepción que confirma la regla: “Todos los demás hermanos, -salvo Juan, demasiado grande para intentarlo siquiera- fuimos últimos en el debut”, comenta Miki.

El día de su debut, con los colores de Valle de Anleo

Sanlúcar de Barrameda se convirtió en territorio Valle de Anleo. Durante el verano los hermanos Font se instalaban en la playa y gestionaban ellos mismos la cuadra: “Nos sentíamos preparadores. Pablo había pasado una temporada con Mauricio Délcher y Sergio Vidal en Chantilly y había aprendido mucho. Nos ocupábamos de todo, desde hacer las camas hasta planificar la competición. En una carrera llegamos a montar los tres hermanos juntos, en otra hicimos gemela y un año Pablo consiguió ganar la ensaladera (la estadística sanluqueña, con cinco triunfos). Ganar el Gran Premio de Sanlúcar se convirtió precisamente en el sueño de nuestro padre y, para conseguirlo, intentó comprar a King Cobra en una subasta, pero la puja subió demasiado y tuvo que conformarse con una potra mucho más barata llamada Súa, recuerda Fernando con una sonrisa porque, paradojas del turf, Súa llegó a ganar la Poule y el Oaks, convirtiéndose en el ejemplar más valioso de la historia de la cuadra. Sarasola había cerrado La Zarzuela y aquellos grandes premios se disputaron en Lasarte en la temporada organizada por la Asociación de Propietarios. Nunca llegamos a cobrarlos pero nadie nos quitará la alegría de haberlos ganado”.

REGRESOS, PROMESAS Y DESPEDIDAS 

Conocí a Pablo Font unos días antes de la reapertura de La Zarzuela, en el otoño de 2005. Personalmente no llegué a tratarle demasiado, pero pude entrevistarle entonces y en un par de ocasiones más y recuerdo su gran amabilidad, su entusiasmo contagioso. El turf iniciaba en España una etapa nueva y el futuro parecía inmenso, como recuerdan Fernando y Miki: “Estaba muy ilusionado. Carlos Rodulfo, al frente del proyecto, había consultado a Fernando Guijarro y Fernando le recomendó a Pablo, que entonces trabajaba para él. No le importó perderlo. Fueron años muy duros, agridulces, nos decía, pero se sentía orgulloso de haber ayudado a poner en marcha el hipódromo. Después de tres años lo dejó porque necesitaba un cambio, pero al final le quedó el reconocimiento de toda la gente del turf”.

La enfermedad llegó tiempo después y en diferentes fases. Pablo vivió recuperaciones y recaídas. Tras una de ellas, sus amigos Carlos Zuma y José Carlos Lopera tuvieron la idea de resucitar la cuadra Valle de Anleo, como recuerda Miki: “Aquello le dio vida. Lopera habló con Manuel Pereira, pudimos quedarnos con Covelo y Pablo convenció a muchos de sus amigos para formar una cuadra multipropiedad de 30 socios. Llegamos a pensar que Pablo o yo mismo podríamos montarlo”. Covelo se portó como un campeón y volvió a ganar para la cuadra Valle de Anleo en las nocturnas madrileñas catorce años después del triunfo de Narrichkin en Sanlúcar. Y en la carrera de su despedida, el 1 de agosto de 2013, acabó segundo. Aquella fue también la última carrera que Pablo vio en el hipódromo, rodeado de todos los suyos.

De nuevo en el paddock, despidiéndose de Covelo

Covelo se retiró -cuenta Miki- porque le habíamos prometido a Lopera un final digno para un caballo noble como él y ahora está feliz en una finca, pero Pablo sabía que yo había estado montándole en galopes y un día, ya en el hospital, me dijo que quería verme debutar y le prometí que lo haría. Perdí diez kilos y me saqué la licencia, pero ya no teníamos a Covelo y empezamos a buscar un caballo para alquilar por un solo día. Lopera vio matriculado a Libretrasto en una carrera de aficionados y se lo comentó a Diego Sarabia, su propietario y jinete. Diego se portó como un caballero, nos dejó el caballo gratis y se quedó sin montar para que yo pudiese cumplir mi promesa. Quedé último, pero recuerdo la sonrisa cómplice de Pablo, que había visto la carrera junto a nuestra madre en el hospital, cuando fui a visitarle”.

Pablo murió dos meses después de aquella tarde. La última carrera que vio fue las Dos Mil Guineas de Noozhoh Canarias, desde la cama del hospital junto a su hermano Fernando: “Y justo cuando Noozhoh iba en cabeza, a 500 metros de la meta, apareció la enfermera, se cruzó por delante de la pantalla y los dos nos pusimos a gritar. La pobre no entendía nada…”

De haber podido vivir la crisis que ha paralizado al turf durante tanto tiempo, seguramente Pablo tampoco habría entendido nada: “Sé que, antes de la última recaída, los actuales dirigentes del hipódromo de La Zarzuela habían hablado con él, querían que fuese una especie de asesor externo; y en Fomento tenía muy buenos contactos. No lo puedo asegurar, pero creo que si Pablo hubiese podido mediar no se habrían parado las carreras. No había motivos para ello. Solo tenían que negociar, llegar a acuerdos. Y Pablo era muy conciliador, habría ayudado mucho”, reflexiona Fernando, quien el domingo, junto al resto de la familia Font, entregará el primer premio de la nueva temporada: “La idea fue de Gerardo Torres, que nos ofreció incluso la posibilidad de elegir carrera. Es algo que nos hace mucha ilusión”. Sería fantástico –y ésta es una opinión personal- que el Gran Premio Reapertura, huérfano hasta ahora de nombre propio, pueda estar en futuros otoños dedicado también a la memoria de Pablo Font, que ojalá reciba el domingo la más grande de las ovaciones.

septiembre de 2015 (publicado en A Galopar)

Carlos Guiñales




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