Carlos Pellón

CARLOS PELLÓN, EL HOMBRE DE LA TIMBA.

Carlos Pellón me recibe en La Timba, el despacho de loterías más conocido entre los aficionados al turf. Fotografías en blanco y negro de campeones del pasado, viejos recortes de prensa, algún llamativo cuadro hípico y trofeos ganados por los caballos de la peña adornan el interior del local. De una de las paredes cuelga también el último cartel diseñado por LAE para promocionar la Apuesta Hípica. Pellón lo señala y se lamenta: “Es una publicidad sin pasión”.

EL GURÚ DE LAS APUESTAS.

Con 14 años ya ayudaba a su padre en la administración de loterías que poseía la familia. Eran los años 60, la fiebre del 1X2 estaba en plena efervescencia y acertar una quiniela de 14 se había convertido en el sueño de millones de españoles. A Carlos además se le daban muy bien los números: “Aprendí a hacer múltiples, algo que nadie intentaba en aquella época. Teníamos una peña con Puskas y Enrique Mateos, ambos jugadores del Real Madrid, y nos gastábamos 50.000 pesetas cada semana en quinielas. Con 16 años descubrí lo que era el estrés. Lo tuve que dejar un tiempo por prescripción médica”. Cuando volvió fue para independizarse. Con 21 años adquirió el actual despacho de Francisco Silvela y diseñó apuestas cada vez más complejas y sofisticadas. Se convirtió en un precursor: “La informática no llegó hasta 1982. Había que hacerlo todo a mano. En los años 70 éramos los que más recaudábamos en quinielas de toda España. En 1977, el día que el Rayo Vallecano subió a Primera, acerté una de 14 y me compré un piso en Vallecas”.

Apareció entonces la Quiniela Hípica. Carlos, cuyo abuelo tuvo caballos que llegaron a correr en el hipódromo de La Castellana, había frecuentado el de La Zarzuela desde muy joven. Así que aplicó para la apuesta exterior creada por Ramón Mendoza el mismo método que para el 1X2. Sin apenas competencia –Primitivas, Bonolotos, Sorteos de la ONCE y otros juegos llegaron tiempo después-, la QH hizo furor. Los domingos TVE conectaba cada 30 minutos con el hipódromo para emitir en directo la carrera de turno. El 4 de junio de 1984 –el mismo día que Falla y Travesura hicieron gemela para Rosales en el Beamonte- se recaudaron más de 225 millones de pesetas. La Timba se apuntó al carro del éxito y la suerte no tardó en llegar. Carlos Pellón recita los de memoria los ganadores de un domingo de primavera de 1985: Belicoso en la primera de vallas, Caruchita en la segunda, Tronic en la tercera, Kwarra en la cuarta; Chayote en la quinta y Shaprizti en la última. Hicimos pleno y cobramos 50 millones de pesetas de entonces. A mí me tocaron 15. Por eso le debo tanto a los caballos”.

Aquella máquina de hacer dinero que era la QH no duró demasiado. A principios de los años 90 la recaudación había caído a 18 millones de pesetas. Pellón fue nombrado entonces Jefe de Apuestas por la Sociedad de Fomento. En la era previa a la revolución digital, mucho antes de la llegada de Internet, actúo de nuevo como un visionario: “Me pasaba el día enviando y recibiendo faxes de despachos de lotería de toda España con información sobre las carreras. Cuando dejaron de televisarse, en La Timba poníamos los vídeos grabados por la señal interna del hipódromo”. Aficionados, profesionales y propietarios se lo agradecieron, pero la suerte estaba echada. Los intentos de relanzamiento de la apuesta exterior –como aquella Quíntuple QH consistente en acertar los cinco primeros clasificados de una sola carrera- no llegaron a cuajar: “Le vaticine el fracaso a Enrique Sarasola”, asegura Pellón.

FÚTBOL Y CABALLOS.

En España siempre ha existido cierta afinidad entre el fútbol y el turf. Ramón Mendoza y Lorenzo Sanz dirigieron la Sociedad de Fomento antes de presidir el Real Madrid, y el propio Alfredo Di Stéfano era –como recuerda Carlos Pellón- un gran aficionado a las carreras: “Siempre nos preguntaba qué caballos podían dar el pelotazo, pero luego no se jugaba demasiado”. Por eso cuando la Peña Hípica La Timba decidió crear una cuadra multipropiedad, los futboleros se apuntaron. Hubo caballos para todos los gustos y colores: Hala Madriz, Little Messi, Aupa Atleti y hasta uno, de discreto valor, llamado Don Florentino: “Los socios de la peña pagan sus participaciones en función de lo que pueden y cuando pueden. Little Messi fue la mejor de todos, pero se lesionó pronto y ahora está criando. Tiene un yearling por Diktat y acaba de tener un foal por Caradak, además de un dos años que ya está en el hipódromo. Se llama El Impuestazo, en alusión al desafortunado impuesto del 20 por ciento que tanto daño está haciendo a todas nuestras apuestas”.

Little Messi, ganando en Dos Hermanas para La Timba


Una de las mayores alegrías que ha vivido como aficionado se la dio Rose de Loire una tarde en el hipódromo de Lasarte: “Fue la primera yegua que corrió para nosotros. Tenía mucha clase, llegó a disputar el Oaks y ganó en San Sebastián el Gran Premio de la Real Sociedad, un trofeo muy bonito que nos entregó Roberto López Ufarte. Fútbol y caballos, de nuevo, unidos por el destino.

LA APUESTA EXTERIOR.

Carlos Pellón había pensado bautizar al nuevo hijo de Little Messi con el nombre de Apuesta Exterior. Al final se arrepintió, pero el tema está siempre en su cabeza: “Es la prioridad absoluta. Nos dicen que es inminente, pero luego siempre hay trabas. Llevamos así desde antes incluso de la reapertura del hipódromo. Habría que hacer una apuesta lo más sencilla posible: Ganador, Gemela y Colocado, con los mismos dividendos que en el hipódromo y garantizando que las carreras se televisen en directo, todo ello apoyado con el juego en Internet desde la página de LAE”.

Regentar un despacho de apuestas tan popular le sirve para recabar muchas opiniones y formular propuestas. “Debemos fijarnos en el turf francés, donde hay toda una industria que gira alrededor de las carreras. Soy partidario de cobrar la entrada al hipódromo incluso a un precio superior, pero buscaría la fórmula para que ese dinero se pueda canjear en apuestas. Es algo que hicimos a principios de los 90, cuando fui Jefe de Apuestas. Las mil pesetas que costaba la entrada se podían reinvertir en boletos y se recaudaban unos 28 millones de pesetas de la época. Te pongo un ejemplo: hace tiempo un amigo que llegaba a jugarse en tríos dos mil euros a la semana vino a pedirme invitaciones porque le fastidiaba tener que pagar la entrada; le dije que no tenía y me respondió que por fin había encontrado la excusa perfecta para no volver al hipódromo”.

Pellón, en cambio, siempre vuelve: “El otro día tuve que ponerme el traje y todo: un amigo propietario no podía ir y me encargó recoger el trofeo que ganó su caballo”. Así es el hombre de la Timba, para los turfistas algo más que una simple casa de apuestas.

Mayo de 2014 (publicado en A Galopar)

Carlos Guiñales


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